Iehonatán, en su ataque a los Pelishtim, representa al gran creyente que ve en Dios la fortaleza de su salvación y en ese mérito tiene la capacidad de definir la guerra a pesar de que no existe ninguna probabilidad militar para ello.
Iehonatán no ve a sus enemigos como Pelishtim sino como incircuncisos. No se trata de una contienda militar sino de una lucha entre pueblos, entre culturas y creencias. Israel realiza esta guerra por la singularidad del nombre de Dios. Por consiguiente, no es solo el cálculo militar el que define, sino que se debe recordar que Dios es y la salvación está en su mano.
Pero a pesar de su enorme confianza, Iehonatán se pone de pie y realiza señales. Esta señal es tema de divergencia entre los Rishonim y según parte de las ideas, Iehonatán adoptó una estrategia calculada y realista. No obstante parece que esta explicación no agota todo. Iehonatán busca una señal, es decir busca el eco desde las alturas para su iniciativa y su disposición a ofrendar su vida. Quiere sentir que Dios está con él en esta decisión que ha adoptado-“ y ésta será la señal para nosotros. ” (Versículo 10). El inicio de sus palabras es una plegaria: “quizá el Señor obrará por nosotros, pues el Señor no tiene impedimento en salvar con muchos o con pocos” (Versículo 6). Así él se entrega a Dios, y se autoanula por completo.
En el marco de esta vivencia de vida de apego y entrega no hay lugar para la adivinación, no hay casualidad. “Por el Señor son ordenados los pasos del hombre” (Tehilim, Salmos capítulo 37, versículo 23). Y la persona encontrará en todo lo que emprenda la palabra de Dios que se le revela y le habla, así también hizo David al salir a la guerra contra Goliat.
Cuando finalmente es concedida la señal desde las alturas, Iehonatán incursionó con su fe plena, se trepó al peñasco agudo, sorprendió y asustó a los Pelishtim, y el pánico se les transformó en una dura derrota.
Editado por el equipo del sitio del Tanaj del libro “Oz Melej-Iyunim beSefer Shmuel”, editado por Midreshet HaGolán.