La presteza despierta las reservas espirituales

La presteza despierta las reservas espirituales

Si nos esforzáramos un poco en la lectura de la Torá, podríamos llegar a descubrir infinitas enseñanzas que se encuentran veladas en el texto.

Durante muchos años nos acostumbramos a estudiar traduciendo los versículos porque nuestro dominio del idioma bíblico nos era ajeno y ese esfuerzo no nos permitía siquiera analizar el tema que analizábamos, excepto muchos años después. Pero, aún aquellos que aprendieron hebreo desde jóvenes y estudiaron Torá en su idioma, si no prestan especial atención, pueden pasar por alto las enseñanzas que se derivan del modo en el que están escritas las anécdotas y las mitzvot.

En unos pocos versículos de nuestra parashá, -que habla de las ofrendas-, podemos aprender todo un sistema de vida, un modelo de servicio, un esquema que servirá para elevarnos moralmente, un boceto para nuestra propia vida espiritual.

El ravMoshéTzviNeria de bendita memoria, citaba el pasuk de la parashá, “Manda a Aarón y a sus hijos diciéndoles que éstas son las instrucciones para el holocausto: El holocausto se quemará sobre el altar toda la noche, hasta la mañana; y el fuego del altar arderá en él” (Vaikrá 6:2) y Rashí nos dice, citando a ToratCohanim, no hay Tzav, -una orden imperativa-, sino cuando se indica que se debe proceder con la mayor velocidad. Nos enseña Rabí Shimón, no se debe perder tiempo, particularmente, cuando la demora puede provocar alguna pérdida económica. Así .A. nos ordenó ofrendar rápidamente, sabiendo qué es difícil que podamos acercarnos a la divinidad y separarnos del mundo material. Ya MesilatYesharim, la obra magna de rabí MoshéJaimLuzzatto, nos decía “los seres humanos desean descansar físicamente y odian las molestias, por lo que a esa clase de personas se le hará difícil el servicio divino. al que desee comer plácidamente, descansar y dormir sin que lo molesten, y no correrá a ningún lado, se le dificulta levantarse una hora antes para ir al templo, o abreviar el tiempo de su almuerzo para ir a Minjá, o para cumplir cualquier mitzvá…”

La presteza en la faena despierta las reservas espirituales, de manera que pueden conducir las acciones. Pueden llevar al apasionamiento, que haga que el ritmo sea diferente. La prontitud debe aplicarse desde la toma de la decisión hasta el inicio de la realización, para dar paso, a que el tiempo ganado sea disfrutado en el cumplimiento de la mitzvá.

La Torá nos dice en nuestra parashá (6:13) “Esta es la ofrenda de Aarón y de sus hijos, que ofrecerán a .A. el día que serán ungidos”, pero, el cohen gadol, el sumo sacerdote, ofrenda todos los días (Ver Rashí, siguiendo la guemará en Menajot 78 a), como leemos “El sacerdote, que de entre los hijos de Aarón sea ungido en su lugar, la ofrecerá… por ordenanza perpetua…”. De este texto podemos aprender que el Cohen Gadol, debe sentir la misma fuerza afectiva, el mismo sentimiento que el cohen común sentía el primer día de su servicio. Debe sentir la renovación, ser como nuevo, como debutante, como si la luz le iluminara por primera vez.

Si regresamos al versículo citado “El holocausto se quemará sobre el altar toda la noche, hasta la mañana; y el fuego del altar arderá en él” continuando con este modelo de lectura de la Torá, podemos citar a rabí Levi que nos dice, que todo quien se encumbra con el servicio divino, merece ser “castigado con fuego”, y el midrash nos consuela en el mismo contexto que “todo aquel que actúe (en el servicio divino) en forma humilde y sumiso en este mundo, será consolado con fuego, tal como está escrito: “Y yo seré para ella–declara H’– “una muralla de fuego en derredor, y gloria seré en medio de ella.” (Zejariá 2:5). La humildad en el servicio divino, contrariamente a lo que pudiera pensarse, brinda las fuerzas del fuego, ya que se inspiran en la fuente divina.

Si nos dirigimos ahora a los versículos: “Y ustedes no comerán sangre, ni de ave ni de animal, en ningún lugar en que habiten. Toda persona que coma cualquier clase de sangre, esa persona será exterminada de entre su pueblo'” (Vaikrá 7:26-27), nos adelantan lo que estudiaremos nuevamente en Devarim 12:23 que nos prohíbe la ingesta de la sangre porque ella es el espíritu. Pese a que la Torá autorizó finalmente comer carne de ciertos animales y aves, veda severamente beber su sangre. Previene de mezclar el alimento con el espíritu simbolizado por esa sangre.

En resumen, sin que ninguno de los versículos lo exprese textualmente, aprendemos de ellos la virtud de la presteza en el cumplimiento de las mitzvot, que la misma debe ir acompañada por la suficiente humildad frente a .A. y frente a las personas, para que tenga valor y debe reprimir esa parte deshumana que llevamos dentro, para evitar que nos domine. Necesitamos la pasión de los principiantes para llegar, superando la molicie del aburrimiento. “El fuego del altar (que) arderá en él”, servía para encender el candelabro cuya luz ardía permanentemente. Ese fuego debía ser encendido con pureza. Tenemos prohibido apagar la sed de .A., nos enseñó el RavKuk, que arde en nosotros con fuertes llamas en el corazón.

El texto de la lectura de esta semana, merece, como todas las parashiot de la Torá, una nueva lectura, que nos permitirá descubrir mensajes que trascienden las letras, el tiempo y el espacio.

Cohen y Profeta

 

La segunda mitad de la parashá de esta semana (capítulo 8) describe el proceso de siete días de Miluim (consagración) durante los cuales Moshé realizó la Avodá, el servicio sacerdotal. Al final de la parashá, Rashí (8:28 s.v. Vayakter) cita una intrigante guemará (Avodá Zara 34 a) que dice que Moshé no realizó esta Avodá mientras llevaba las vestimentas sacerdotales regulares, sino vestido con una túnica blanca llana. Tosafot (s.v. Bamé) explica que Moshé tenía el estatus de un cohen cuando realizó la avodá, pero no llevaba las vestiduras sacerdotales porque aún no estaban consagradas.

Según Tosafot, Moshé fue considerado de hecho uno de los sacerdotes, además de Aarón y sus hijos.

Sin embargo, Aarón y sus hijos, así como las vestiduras sacerdotales, necesitaban a los Miluim de siete días antes de que pudieran comenzar a servir.

Así, sólo Moshé fue capaz de realizar la avodá durante estos siete días, ya que él era el Cohen que ya estaba preparado para la tarea (presumiblemente debido al tiempo que pasó en Har Sinaí).

En el octavo día de ese período, descrito en el capítulo 9, la transferencia de la quehuná (deber sacerdotal) se hizo a Aarón ya sus hijos. Después de esa transferencia divergieron los papeles de Moshé y Aarón. Moshé era sobre todo el profeta, y Aarón era el Cohen. Mientras que Moshé sirvió como un cohen, y Aarón también era un profeta, sus papeles principales estaban claramente establecidos.

Como sus nombres tradicionales indican, “MoshéRabenu” – Moshé era el profeta y maestro, y “Aarón Hacohen” – Aarón sirvió como el cohen. Moshé fue el que recibió los mensajes divinos y los transmitió al pueblo. Aarón se ocupó de conducir la avodá en el Mishcán, de acuerdo con las directrices que Dios había mandado a Moshé.

Esta división entre los papeles de profeta y Cohen, y el conflicto entre ellos, surge a menudo a lo largo de las Escrituras. Una cuestión que los profetas a menudo reprenden es la falta de sinceridad religiosa en la avodá, el ritual divino. Un ejemplo es la historia de Shmuel I (capítulo 15), donde el rey Shaúl salvó a los animales de Amaleq, contra el mandato de Dios de destruirlos totalmente. Shaúl entonces explicó a Shmuel que él dejó los animales de Amaleq vivo así que podrían ofrecerse como sacrificios. Respondió Shmuel (15:22): “¿Quiere .A. las ofrendas tanto como Él quiere que presten atención a Su mandato? ¡Obedecer es mejor que una ofrenda!”

Dios desea que cumplamos Su mandato, incluso a expensas de perder la oportunidad de ofrecer sacrificios.

En otras palabras, el profeta a menudo tiene que recordar a la gente que el ritual sacrificial debe ponerse en perspectiva con otras formas de servicio Divino. Las profecías de Yeshayahu (ver 1: 10-17) e Irmiahu (ver capítulo 7) también reflejan una contienda constante entre el profeta y los Cohanim, los que realizan el servicio ritual en el Templo.

Este conflicto se deriva de una diferencia fundamental en sus funciones. El papel de Cohen es guardar los rituales con cuidado, para realizar la avodá de acuerdo con un reglamento dado. El principio rector de su servicio es la rutina y la regularidad, la lealtad al sistema y su correcto funcionamiento. En cambio, el papel primordial del profeta es transmitir nuevos mensajes. Su objetivo es inducir al cambio. Él es un personaje vibrante, infundiendo significado espiritual en la vida de las personas y nueva vitalidad en su servicio Divino. Debido a las diferencias entre estos roles, es comprensible que haya habido tantos conflictos entre sus respectivos representantes.

Es precisamente por esta escisión profundamente arraigada entre las posiciones de Cohen y el profeta que había una necesidad especial de la participación de Moshé en el proceso de Miluim. Cuando se estaba iniciando la rutina y el ritual del Mishcán, era necesario que el más grande de todos los profetas (como se dice claramente en Bemidbar 12: 6-8, Devarim 34:10 y citado como el séptimo principio de fe en la lista de Rambam) propague ese ritual con el fuego Divino. Posteriormente, estos roles se dividirían, y Aarón sucedería a Moshé como el Cohen.

Sin embargo, Aarón esperaba mantener el espíritu de Moshé. Aarón estaría realizando la avodá –el servicio divino- infundido con esa misma dirección divina y el equilibrio espiritual que era evidente cuando Moshé lo realizó. Para enfatizar este ideal, la unidad de estos dos roles, Moshé mismo tenía que ser el que realizaba la avodá en su etapa inicial.

En nuestras vidas, es importante que cada persona infunda su Mikdash personal, el santuario que es su propio yo, con estos dos elementos.

Es muy significativo que una persona tenga una rutina rica en actividad religiosa. Como un cohen, debe participar en acciones y rituales constantes que mantendrán su conexión con el Judaísmo y el mundo de Halajá. Más allá de eso, sin embargo, una persona debe complementar esta rica rutina, sumando el aspecto de ser “Cohen”, con el aspecto del ser “profeta” que está dentro de él. Él tiene que desarrollar la profunda conexión con Dios que es estar detrás del cumplimiento de los actos aparentemente rituales que realiza pero, debe sentir la conexión espiritual que se supone viene como resultado del cumplimiento de los rituales.

Si uno tiene la oportunidad de pasar algún tiempo en un ambiente como una yeshivá, nos enseñaba el rav Aarón Liechtenstein z”l, este objetivo puede ser alcanzable temporalmente sin demasiada dificultad. Pero, ese desafío es mucho más difícil de cumplir con el compromiso profundo que conlleva mientras participa en la “vida cotidiana”. A pesar de que sólo un pequeño porcentaje del tiempo de una persona puede dedicarse a acciones que se definen estrictamente como ritualistas (ya sea de aprendizaje, de oración u otras mitzvot), es de suma importancia que infunda estas actividades con vitalidad profética y pasión. De esta manera, él será verdaderamente un digno sucesor de los profetas y un judío digno de formar parte de nuestro pueblo.

Desplazar la profecía del ritualismo es vaciarlo de todo sentido. En el judaísmo se debe sumar.

EL SERVICIO SAGRADO REQUIERE HUMILDAD

 

 “Y el sacerdote se pondrá su vestidura de lino, y vestirá calzoncillos de lino sobre su cuerpo; y cuando el fuego hubiere consumido el holocausto, apartará él las cenizas de sobre el altar, y las pondrá junto al altar. Después se quitará sus vestiduras y se pondrá otras ropas, y sacará las cenizas fuera del campamento a un lugar limpio (Vaikrá 6: 10-13).

Dijo el rabino Yehudá Haleví, hijo del rabino Shalom amoraíta de Palestina de la cuarta generación (no confundir con Yehudá Haleví el filósofo y médico sefardí): “La conducta del Santo, bendito sea, no es como la conducta de los mortales. ¿En qué manera? El mortal tiene ropa bonita. Cuando sale en público, los usa, pero cuando se trata de cocinar, se quita la ropa agradable y se viste con otras simples, gastadas, quizás manchadas de grasa y cuando él le toca limpiar las ollas y el horno, lleva incluso ropaje más gastado y simple. Pero cuando el sacerdote toma las cenizas del altar y la prepara ante el Santo Servicio, usará prendas muy finas, como está escrito (Vaikrá 6),”Y el sacerdote se pondrá su vestidura de lino”. ¿Por qué? es para enseñarnos que no hay orgullo ante el Omnipresente, y así nos encontramos con que Eleazar, el sacerdote, se conducía con humildad ante el Omnipresente, y lo demostraba con la elección de las ropas apropiadas que tenían otra lógica que la nuestra (BemidbarRabá, 4). Las circunstancias eran otras, y la importancia de la acción estaba determinada no por las presunciones sino por el servicio.

 

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