La reacción del doliente frente a la tragedia

La reacción del doliente frente a la tragedia

Cuando la persona es golpeada por una tragedia, la misma  reacciona con una serie de reacciones, ocasionalmente contrapuestas, y a veces complementarias. Así es la descripción de nuestro capitulo que revela la cadena de reacciones cambiantes e incluso contradictorias del doliente, a raíz de la tragedia sufrida por su pueblo.

Cuando la persona es golpeada por una tragedia, la misma  reacciona con una serie de reacciones, ocasionalmente contrapuestas, y a veces complementarias. En un instante acepta su destino; en otro momento permanece en silencio; en otro instante se aferra a una mínima esperanza; y de inmediato se resigna a su destino y lo acepta; y nuevamente lidia con su tragedia; y una vez más cae al precipicio del desaliento y la inactividad.

El capítulo 3 del libro de Eijá revela esta cadena de reacciones del doliente a raíz de la tragedia sufrida por su pueblo. La cadena de reacciones incluye contradicciones internas; las contradicciones de su reacción describen fielmente sus sentimientos como consecuencia del dolor. Con la primera sensación de dolor, el doliente manifiesta: “Bueno es para el hombre acostumbrarse al yugo (de la vida) en su juventud” (versículo 27).

La persona acepta el yugo, la tragedia. En la dimensión de su desaliento pide el golpe, la humillación: “Que presente su mejilla al que le hiere; que se harte de oprobio” (versículo 30)-está satisfecho con su oprobio.

El doliente ha llegado al precipicio del desaliento. Desde aquí, sólo es posible ascender, solo tener esperanza. Y su desaliento se convierte en la fuente de la esperanza: “pues aunque contristare, Se apiadará conforme a la multitud de Sus misericordias” (versículo 32).

En la continuidad, argumenta que Dios no se comporta de un modo cruel o arbitrario, y a partir de ello se infiere que había una causa justificada para lo sucedido. No es Dios el que determina lo malo y lo bueno. Es la persona la que se provoca a sí misma lo malo y lo bueno. Sus acciones son la causa de lo malo y lo bueno. Pues entonces, “¿Por qué, pues, ha de quejarse hombre viviente? ¡(Quéjese) el hombre a causa de sus mismos pecados!” (Versículo 39)-¿Qué derecho tiene la persona de quejarse por sus pesares? Se debe quejar por sus pecados, por haberse provocado sus dolores.

A raíz de este reconocimiento, llega la fase de la Teshuvá, la etapa del arrepentimiento y retorno. Si soy yo el que provoca mi tragedia, debo modificar mis actos, y alejar mi tragedia: “¡Examinemos y escudriñemos nuestros caminos, y volvámonos al Señor!” (Versículo 40).

Y repentinamente, todo estalla. Todas las explicaciones son inútiles. Se incrementan las sensaciones de fracaso, y tras comprender que no debe quejarse ante Dios, lanza este llamamiento:

“Nosotros hemos pecado, y hemos sido rebeldes, (lo cual), Tú no has perdonado” (versículo 42); “Te has cubierto de ira y nos has perseguido; has matado, no Te has apiadado. Te has cubierto de una nube, para que no pasase la plegaria” (versículos 43-44).

El doliente siente que Dios debería perdonarlo, y no interponer una barrera entre ellos.

La lamentación describe los sentimientos cambiantes del doliente, y finaliza con el más profundo  y agudo de sus sentimientos: un pedido de venganza contra aquellos que han destruido su hogar y destruyeron su tierra.

Editado por el equipo del sitio del Tanaj

Gentileza sitio DAAT

 

 

 

 

 

                                                  

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