El capítulo comienza con la alegría nacional a raíz de la salvación y continúa con la descripción del mundo interior del profeta que anhela y espera a Dios y Su salvación. Resulta claro que aún no ha llegado la salvación completa, y en el camino hay una tormenta, un estado de ocultamiento, que le exige ocultarse por un momento, hasta que pase la ira.
La atmósfera que se desarrolla a partir del capítulo 25 y se potencia en el capítulo 26, eleva el espíritu nacional y particular. Al punto que en el capítulo anterior encontramos el versículo decisivo con el cual acostumbramos a fortalecernos, Dios libre y guarde, en momentos de duelo: “Destruirá la muerte (por mano del hombre) para siempre; y el Señor Dios enjugará las lágrimas de sobre todas las caras, y quitará el oprobio de Su pueblo de sobre toda la tierra, porque el Señor ha dicho”. El consuelo es pleno y abarca todos los aspectos. Y a partir del mismo, se inicia nuestro capítulo con un gran cántico, ya que en muchas ocasiones el cántico es producto de un estado anímico singular y total. Nos hallamos concretamente en una atmósfera del libro Tehilim, Salmos: “¡Abran las puertas, para que entre la nación justa, guardadora de fidelidad!”. La paz y la seguridad estarán juntas: “Guardarás en perfecta paz al alma que se apoya (en Ti), porque en Ti confía”.
Y de la elevación del espíritu, el profeta pasa a hablar de su mundo interior: “Con mi alma Te he deseado en la noche y con mi espíritu en medio de mí, madrugo para buscarte”. Durante todas las horas del día, anhela acercarse a su creador. A partir de aquí, el proceso anímico se complica, la lucha poética para la era del consuelo, aún lucha con una dura realidad. Entre los duros elementos espirituales y físicos y la alegría y la paz, se abre una brecha difícil. El caos aún amenaza, el período del nacimiento se extiende más y más, y el feto aún no ha visto la luz del mundo. La tormenta que se registra en el mundo es necesaria pero extremadamente difícil.
Debe recordarse que en la maravillosa lengua hebrea las palabras pueden significar algo y su opuesto, al mismo tiempo, así por ejemplo, el vocablo hebreo “Ir Neshamot”, es una ciudad de desolación, y aún así, refleja también un recordatorio del alma humana, e incluso la palabra hebrea “Metim”, puede hacer referencia tanto a los muertos como a las personas vivas. Y en nuestro capítulo: “¡Vivirán Tus muertos; los cadáveres (de mi pueblo) se levantarán! ¡Despierten y canten, ustedes que mueren en el polvo!”. Los muertos del pueblo de Israel, que ya eran considerados como cadáveres, se habrán de despertar en los días postreros.
Pero esta tormenta desarma y quiebra, cambia el orden del mundo humano. Aquí dice el profeta: “Ven, pueblo mío, entra en tus aposentos, y cierra tu puerta sobre ti; escóndete por un corto momento, hasta que pase la ira”. En el momento en el cual Dios decide juzgar al ser humano con una gran tormenta, no nos queda más que callar y encerrarnos “hasta que pase la ira”. Como en los días de la trágica Shoá en Europa que incluyeron un ocultamiento a partir de un duro decreto. El “ocultamiento” del cántico “Haazinu” en la Torá, adquiere aquí un aspecto adicional, cuando la misma persona debe ocultarse y esconderse de la ira que se percibe en el exterior.
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