Si faltaban ejemplos para conocer la magnitud del liderazgo de Moshé, esta parashá nos trae una muestra del ideal en la persona de Moshé. El verdadero líder no piensa en sus intereses ni siquiera cuando se acerca la hora de su desaparición. Prefiere un sucesor práctico y avanza sin dejar detrás a quienes le siguen.
Después que Dios anunciara a Moshé su muerte diciéndole: “Sube a esta montaña de Abarim y ve la tierra que daré a los hijos de Israel. Cuando la hayas visto, entonces tienes que ser recogido a tu pueblo”.
Lo primero que el líder atina a decir es nombrar un sucesor: “Que el Eterno, el Dios de los espíritus de toda clase de carne, nombre sobre la asamblea a un hombre que salga delante de ellos y que entre delante de ellos y que los saque y que los introduzca, para que la asamblea del Eterno no llegue a ser como ovejas que no tienen pastor”.
El Eterno le dice: “Toma para ti a Yehoshúa bin Nun, un hombre en quien hay espíritu, y tienes que poner tu mano sobre él;… Y tienes que poner parte de tu dignidad sobre él, a fin de que toda la asamblea de los hijos de Israel le escuche… Por orden de él saldrán y por orden de él entrarán, él y todos los hijos de Israel con él, y toda la asamblea”.
Rashí lee detenidamente los versículos y deduce que el verdadero líder siempre está en la vanguardia. Es la única forma que lo sigan. Y agrega que Moshé implora por mejor suerte que la propia para su discípulo para que él sí pueda ingresar a la Tierra Prometida.
Pero el texto nos enseña otra virtud del verdadero líder.
Tiene que salir delante y regresar al frente, conducir a las personas y traerlas de regreso, asegurarse que si diera vuelta su cabeza, él no corrió ni abandonó a sus seguidores. El verdadero líder no debe ser impaciente. Debe acompañar a su gente para que elaboren los cambios que propone. Avanzar al ritmo de la masa. Educar a la gente, escuchar sus quejas, animarles.
Si va demasiado rápido quedará solo.