De vez en cuando la Torá concluye un grupo de leyes con palabras enmendadoras y promesas de bendiciones que recibirán aquellos que cumplirán esas leyes, y de maldiciones que cabrán a aquellos que las transgredirán. Encontramos palabras admonitoras a la conclusión del conjunto de preceptos establecidos en la parashá Mishpatim. Bendiciones y maldiciones encontramos al epilogar nuestro Libro, como también al concluir la enunciación de los estatutos y leyes dictados a los israelitas en el Libro Devarim (Cáp. 25).
En nuestro capítulo - aparentemente - las bendiciones y maldiciones correspondientes aparecen ligados a los preceptos de Shemitá e Yovel exclusivamente, que son enunciados en la parashá seguidamente anterior (consultar 26, 34 y 43). Pero las expresiones generalizadoras que preceden cada bendición y cada maldición (26, 3, 15 y 43) atestiguan que estas bendiciones y maldiciones sirven de epílogo a una compilación mucho más amplia, que abarca todo el Libro de la Santidad, Vayikrá, por lo menos, si es que no a todos los preceptos dictados por la Torá hasta allí. El verso 46 de nuestro capítulo es un fiel testimonio que el epílogo es de gran envergadura:
Estos son los estatutos, y los juicios, y las leyes que estableció el Señor entre El y los hijos de Israel en el monte del Sinay, por conducto de Moshé. 26, 46
Ya hemos considerado oportunamente a las bendiciones y maldiciones como elemento pedagógico de gran categoría. Esta vez consideraremos sólo algunos versículos de la Reprensión. En la quinta amenaza, la cual comienza con el verso 27, nos advierte el Capítulo de la Reprensión sobre la pérdida completa del estado, destrucción del templo y dispersión del pueblo:
Y reduciré vuestras ciudades a escombros, y arruinaré vuestros santuarios,
y no aspiraré el olor grato (de vuestros sacrificios) 26, 31
Reduciré la tierra también a desolación, de modo que se pasmen de ella vuestros mismos enemigos que en ella habiten; 26, 32
y a vosotros os esparciré entre las naciones, y desenvainaré espada en pos de vosotros, y vuestra tierra quedará asolada; y vuestras ciudades serán desiertas 26, 33
Todos los sucesos propios de la guerra ya han pasado sobre nosotros: muerte, hambre, invasión de bestias salvajes, epidemias, etc., llegando los versículos a describir la desolación reinante en la posguerra. Sobre el verso 31 anota el autor de "Haamek Davar", la siguiente observación:
Al retirarse la Divinidad de todo el territorio de Eretz Israel, desaparece su esplendor, quedando todas las ciudades desoladas.
Después de la desolación de las ciudades y de los santuarios, nos habla el verso 32 de la desolación de todo el país. Esta tierra que en el preludio de la constitución del pueblo, al aparecer el Señor a Moshé, fue calificada como "tierra que mana leche y miel", denominación perpetuada por antonomasia para la eternidad, se convertirá en un desvastado desierto. Nos advierte, más aún, que hasta los enemigos que la han de habitar se han de pasmar de su ruina ...
Los exegetas discuten la interpretación de este versículo.
R. Abraham Ibn-Ezra, sobre "de modo que se pasmen de ella" lo interpreta como la descripción de la enormidad de la desolación:
Será tan enorme la ruina, que hasta los enemigos que la habitarán, quedarán desamparados en ella. Será la antinomia de "regocijo de toda tierra". (Refiriéndose a Ejá 2,15: "Baten las manos contra ti todos los que pasan por el camino, silban y menean su cabeza contra la hija de Yerushalayim: ¿Es ésta la ciudad que apellidaban la perfección de hermosura, el regocijo de toda tierra?".)
Extendiéndose en pormenores al comentar "Reduciré la tierra también a desolación":
Cuando seais desterrados, la tierra no quedará tras vuestro con su excelencia y poder. Tal como la bendije cuando la habitábais, así la devastaré Yo, hasta quedar convertida en el oprobio de todos los países, de modo que se pasmen de ella vuestros mismos enemigos que en ella habiten, pues ha de faltarle todo allí, y padecerán flagelos y enfermedades, a fin de que sirva de señal a Mis revoltosos, y sepais que por culpa de vuestros pecados ha ocurrido ésto, como leemos (Devarim 29, 23-24) : "Más aún, todas las naciones dirán: "¿Por qué ha hecho el Señor así a esta tierra ? . . ." Y se les responderá: "Porque abandonaron el pacto del Señor...". Y se convertirán así en el oprobio y en el ejemplo de todas las naciones.
Sin embargo Rashí no comprendió de esa manera el sentido de nuestro verso, comentando sobre "Reduciré la tierra también a desolación":
Es una buena medida para Israel, de que sus enemigos no se encuentren cómodos en su país, el cual quedará desamparado de habitantes.
De resultar asombroso. ¿Qué motivo encontró el gran comentarista para interpretar este verso como bondadoso, y en qué basó su interpretación? Sirvámonos aquí con la opinión del gran comentador de Rashí, el eminente Maharal de Praga, en su obra "Gur Arié":
Dedujo (Rashí) "Reduciré (Yo) la tierra también a desolación", Yo mismo. Siendo El magnánime y misericordioso, resulta que cuando el Señor realiza algo personalmente, es una buena medida.
Y cuando la acción que "el Señor realiza personalmente" es una obra de destrucción y de ruina, el sólo hecho que la produce El mismo, que es El quien provoca la ruina y la devastación, contiene la garantía y sirve de fianza del pronto renacimiento y reconstrucción.
Las breves palabras de Rashí - lacónico como siempre - son ampliadas por Rambán, quien agrega:
Por lo tanto, lo que leemos: "de modo que se pasmen de ella vuestros enemigos que en ella habiten" es un buen anuncio que pregona a todos los exilios, que nuestra tierra no recibe a nuestros enemigos. Esto mismo es también una prueba eficiente, a la vez que promesa alentadora, pues no has de hallar en ningún continente una tierra tan vasta y tan buena, y que además estuvo tan habitada y que a su vez se encuentre tan desvastada como ésta. Puesto que desde que la hemos abandonado no ha aceptado a ningún pueblo ni nación, a pesar de que muchos la han tratado de habitar, pero sin éxito alguno.
Podernos notar aquí, como en otros trozos de su comentario, que Rambán nos habla con el conocimiento personal de esta tierra. Cuando llegó a ella, encontró a Yerushalayim en ruinas, y a todo el país desvastado, lo cual le sirvió de estímulo y consuelo. Pues la encontró desamparada, cual esposa que espera ansiosa la vuelta de su marido. De la misma manera, setecientos años más tarde, la vieron los precursores de los "Jovevé Tzión" ("Amantes de Sión") encontrándola aún desvastada, sus montes peñascosos, sus llanuras convertidas en pantanos que intoxican el aire, y al vasto Néguev convertido en un desierto de arena careciente de toda vegetación. Vieron también, que todos los pueblos que pasaron por allí y todos aquellos que intentaron habitarla, no consiguieron revivificar sus ruinas. También ellos se dieron cuenta de la "prueba eficiente a la vez que promesa alentadora ... puesto que desde que la hemos abandonado no ha aceptado a ningún pueblo ni nación, a pesar de que muchos la han tratado de habitar, pero sin éxito alguno".
También el verso contiguo, más grave aún que el precedente: "y a vosotros os esparciré entre las naciones", hay quienes lo interpretaron como espantosamente terrible, oscuro y sin luz, como Rashí:
Esta es una medida penosa, pues cuando destierran a miembros de un mismo pueblo hacia un mismo lugar, éstos se encuentran uno al otro y se consuelan mutuamente, pero los judíos fueron desparramados con el bieldo, como uno que aventa cebada con la criba, no tocando un grano al otro.
Mientras que hay quienes vieron en este verso un mal que contiene sin embargo consuelo.
Talmud, tratado Avodá Zará I0b:
Cierto gobernante conocido por su odio a los judíos, dijo en una oportunidad a sus cortesanos: A quien se le produjo un callo en el pie, ¿ha de cortarlo y vivir tranquilo, o lo dejará y sufrirá'? ¡Cortarlo y vivir! - respondieron.
Díjoles Ketía bar Shalom: Una sola cosa. .. ¡es que no podrán contra todos!, como leemos (Zejaryá 2, 10) : "... porque os he esparcido como a los cuatro vientos del cielo...”
Semejante a estos conceptos, comenta Rambán sobre las palabras de Yaacob (Bereshit 32, 9): "Si viene Esaw al primer campamento, y lo hiere, el campamento que queda, escapará":
La intención es, que Yaacob estaba convencido que la totalidad de su descendencia no puede caer en las garras de Esaw, por lo que ha de salvar por lo menos a un grupo. Esto sirve también como alusión que a la descendencia de Esaw no le será permitido exterminarnos por completo, pero sí podrán maltratar a parte de nuestro pueblo en algunos de los países donde reinarán. Mientras que un gobernante decretará en su tierra contra nuestros bienes o contra nuestra integridad personal, otro gobernante se compadecerá de nosotros en su país recibiendo a nuestros refugiados ....
Y nuevamente aparece en nuestro capítulo un versículo que pregona sólo desgracias, angustia y pena:
. . . y los habré traído a la tierra de sus enemigos. 26, 41
Y nuevamente nos alumbrará Rashí en estas oscuras tinieblas, en las oscuras sombras del exilio, por medio del acercamiento a El, de quien emanan los rayos que nos alumbran luz; siendo sus palabras referidas a este versículo, en su comentario sobre: "Y los habré traído":
Yo mismo los traeré. Es una buena medida para Israel; para que no piensen: Ya que fuimos desterrados y dispersados entre naciones paganas e idólatras, obraremos como ellos. ¡Yo no les permitiré! Les enviaré a Mis profetas quienes les harán retornar bajo Mi protección y amparo, como leemos (Yejezkel 20, 32-33) : "No sucederá, empero, de ninguna manera el pensamiento que surge en vuestra mente, cuando decís: Nosotros seremos como las (otras) naciones, como las (demás) familias de la tierra, sirviendo a palo y a piedra. ¡Vivo Yo!, dice el Señor Dios, que con mano fuerte, y con brazo extendido, y con indignación derramada, Yo mismo reinaré sobre vosotros".
Sin embargo, R. Eliyahu Mizraji, el fiel comentarista de Rashí, objeta estos conceptos:
No comprendo porque el Rav (Rashí) no interpreta el verso en su acepción simple, que los traerá al país de sus enemigos, como leemos (Devarim 28, 36) : "El Señor te hará ir, a ti y al rey que habrás puesto sobre ti, a nación que no ha conocido, ni tú ni tus padres".
Pero el autor de "Gur Arié" aclara esta dificultad, mediante la observación detenida del texto del verso:
Pues no debía expresar la acción con el verbo traer, ya que ello implica que el que trae se preocupa por el que es traído, mientras que el destierro es una acción de abandono. Por ello no corresponde el verbo traer que implica que se ocupa y dedica con ellos.
Del que haya usado la expresión "traer" en lugar de "abandonar"; y de la expresión "a la tierra de sus enemigos" en lugar de "hacia la tierra de sus enemigos" y de la misma forma del sujeto del verso que está en primera persona en lugar de expresarse en tercera persona ". . . hayan traído", podemos deducir la proximidad de Dios quien nos acompaña a todos los países de nuestro exilio, el que se encuentre junto a nosotros en todos los destierros.
Si bien hemos visto en todos estos versículos pensamientos de consuelo y promesas de que El estará cerca nuestro, sólo en forma de alusión y mediante la deducción de lo recóndito del verso, mientras que nos revela en su acepción sencilla sólo males y desgracias, vendrá el epílogo de la Reprensión a testimoniar sobre esto con palabras claras, que obvian las interpretaciones de los exegetas:
Mas ni aún por todo esto, estando ellos en la tierra de sus enemigos, los habré desechado, ni los habré detestado, de manera que los destruyera, anulando Mi pacto con ellos; por cuanto Yo soy el Señor, su Dios. 26,44
Tomado de: “Reflexiones sobre la Parasha”, Prof. Nejama Leibowitz, publicado por el Departamento de Educación y Cultura Religiosa para la Diáspora de la Organización Sionista Mundial, Jerusalén, 1986 Págs. Págs. 187-192