La importancia de la percepción abstracta de la divinidad no deja lugar a consenso alguno. Está prohibido erigir junto al altar, ningún objeto que refleja la presencia Divina.
“No habrás de plantarte Asherá, ningún árbol (de idolatría) junto al altar de Adonai, tu Dios, que hubieras hecho para ti. Ni te habrás de erigir estela (monumento) lo que repulsa Adonai, tu Dios” (Versículos 21-22)
¿Qué es una “Asherá? En numerosos sitios del Tanaj encontramos que se trata de un árbol adyacente a lugares de idolatría, pero la Asherá era también un árbol kenaanita. Parece ser que el árbol denominado Asherá, representó en la cultura kenaanitala presencia del árbol Asherá, y su ubicación junto al altar tenía como propósito definir al árbol a cuyo nombre eran ofrendados los sacrificios. De un modo similar, parece que se puede explicar la función del monumento en el ritual kenaanita. Así como el árbol Asherá expresa en el ritual pagano la presencia del árbol Asherá, así refleja el monumento del dios Baal la presencia del dios Baal. Ambos están ubicados junto al altar, a fin de reflejar y simbolizar a los dioses a quienes son ofrendados los sacrificios.
Conforme a la literalidad de los versículos, la prohibición citada en los versículos 21-22 del capítulo 16, es la de emular las costumbres de otros pueblos en el servicio a Dios. De los vocablos del versículo 22, “lo que repulsa”, se interpreta que hay un defecto propio en estas acciones, del mismo modo como existe un defecto ético en la ofrenda de hijos e hijas, sobre las cuales también se señala “que Él repudia” (Capítulo 12, versículo 31)
El texto está dirigido al integrante del pueblo de Israel que desea servir a Dios y está convencido que sería bueno adoptar las costumbres de los otros pueblos y transformarlas en el servicio a Dios: “¿cómo adoran las naciones estas a sus dioses? Pues voy a hacer así yo también” (Capítulo 12, versículo 30). Esta misma persona está persuadida de que a fin de hacer hincapié y difundir que él ofrenda sus sacrificios a Dios, es mejor que erija objetos similares, pero en un sentido adecuado al servicio a Dios: la “Matzevá” (monumento de piedra para los sacrificios) y la “Asherá” (árbol de idolatría), que en el ritual cananeo reflejaron a los dioses kenaanitas, a partir de ahora, simbolizarán la presencia de Dios. Este pensamiento es rotundamente rechazado por el texto en nuestro capítulo: estos objetos y esta percepción son descriptos en el texto como un elemento que es repudiado por Dios.
Parece que el defecto fundamental que se halla en esta percepción es el intento de otorgarle una figura a Dios, aunque más no sea a través de la imitación. Dicha prohibición tiene sus raíces en las palabras del texto “Habrán de cuidarse mucho por vuestras almas, ya que no han visto ninguna imagen en el día que hubo hablado Adonai, a ustedes en Joreb, desde el medio del fuego. No sea que se dañen y se hagan escultura imagen de cualquier forma” (Capítulo 4, versículos 16-17). En nuestro capítulo, el texto agrega y prohíbe erigir estos objetos incluso, si los mismos representan, por así decirlo, solamente la presencia Divina, y no a Dios propiamente dicho, e incluso si ello es realizado para dejar en claro a quién le ofrendamos nuestros sacrificios. La importancia de la percepción abstracta de la divinidad, no deja lugar para consenso alguno.
Editado por el equipo del sitio del Tanaj.
Gentileza del sitio VBM de la Academia Rabínica "Har Etzion".