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¿Por qué dijo Dios: “He dado esta tierra a tus descendientes”,
en pasado? (v. 18)
RASHI: La palabra de Dios se considera como si ello ya tuvo lugar.
MIDRASH: El habla de Dios tiene el poder de la acción, como dice
el versículo: “He dado esta tierra”. No dice: “Daré esta tierra”, sino
“He dado esta tierra” (Bereshit Rabá 44:22).
TALMUD IERUSHALMÍ: Dijo Rabí Shmuel bar Najmán: “Aquí no dice
'Daré', sino 'He dado'”, lo que sugiere que “Ya la he dado” (Jalá 2:1).
TALMUD: La Tierra de Israel ya pertenecía al pueblo judío antes de
que ellos entraran. Es una herencia de nuestros Patriarcas (Bavá Batrá
119a).
OR HAJAÍM: Antes, Dios dijo a Avraham: “Levántate y camina por
la tierra, a su largo y ancho, pues te la daré a ti” (13:17). Mediante este
procedimiento, Avraham realizó una adquisición legal (jazaká) de la
Tierra de Israel. Por lo tanto, Dios le dijo ahora: “He dado esta tierra
a tus descendientes”, en pasado, porque Avraham ya había adquirido
la tierra legalmente.
Torat Menajem
NUESTROS DERECHOS A LA TIERRA DE ISRAEL (V. 18)
En la adquisición de la Tierra de Israel por parte del pueblo judío pueden
distinguirse una serie de etapas:
a) La intención Divina al comienzo de la creación.
La adquisición permanente de la Tierra de Israel por parte del pueblo
judío es la Voluntad de Dios. Desde el momento en que Él creó el mundo,
ya pretendía que el pueblo judío herede la tierra. La adquisición permanente
de la tierra por parte del pueblo judío es, entonces, un Deseo Divino,
como aclara Rashi al comienzo de su comentario a la Torá: “Toda la Tierra
pertenece a Dios. Él la creó y la entregó a quien consideró adecuado a Sus
ojos” (es decir, el pueblo judío). Temporalmente, sin embargo, Él permitió
que naciones no-judías la ocuparan. (Véase, en detalle, “Torat Menajem” al comienzo
de Bereshit).
b) La promesa de Dios a Avraham.
Cuando Avraham llegó a la Tierra de Israel por primera vez, Dios le
dijo: “¡A tus descendientes daré esta tierra!” (arriba, 12:7). Luego, cuando
Lot se separó de Avraham, Dios reiteró esta promesa: “Daré toda la tierra
que ves a ti y a tus descendientes por la eternidad” (13:15).
c) Avraham camina a lo largo y ancho de la tierra (13:17).
Según algunas opiniones (incluido Or HaJaím), Avraham realizó concretamente
una adquisición legal de la tierra en ese momento.
d) El Pacto Entre las Partes.
En el Pacto Entre las Partes, Dios hizo un acuerdo vinculante a eternidad
respecto de la propiedad judía de la Tierra de Israel (vs. 18-21).
Sin embargo, la importancia precisa de este pacto difiere en el plano de
las Escrituras respecto de su significado en el plano halájico:
Según la interpretación literal de las Escrituras, Avraham no adquirió la
propiedad de la Tierra de Israel en el Pacto Entre las Partes. La Torá simplemente
emplea el pasado (“He dado esta tierra a tus descendientes”)
aunque la tierra todavía no ha sido concretamente entregada, porque “La
palabra de Dios se considera como si el hecho ya tuvo lugar” (Rashi). En
el plano de las Escrituras, Dios hizo una promesa vinculante de dar a los
descendientes de Avraham la Tierra de Israel.
En el plano halájico, sin embargo, el Talmud y el Talmud Ierushalmí
(y el Midrash) indican que a Avraham concretamente le pertenecía la
Tierra de Israel, que le fue entregada en el Pacto Entre las Partes.
Rashi, no obstante, rechaza esta óptica por la siguiente razón:
La opinión de Rashi es que la adquisición de la Tierra de Israel por parte
del pueblo judío transformó la tierra permanentemente volviéndose una
tierra esencialmente judía, excluyendo la posibilidad de que cualquier nación
la identifique como propia en cualquier momento futuro (véase, en
detalle, “Torat Menajem” al comienzo de Bereshit). Esto no podía ocurrir antes de
la entrega de la Torá, pues, en ese momento, los objetos físicos no se veían
afectados por la observancia de una mitzvá. Por lo tanto, la adquisición
física de la tierra por parte de Avraham no la habría transformado en una
tierra esencialmente judía. Por eso, Dios retrasó su posesión real hasta más
tarde, y en el Pacto Entre las Partes se comprometió meramente a entregarla.
A pesar de la mencionada controversia, un aspecto sobre el que sí concuerdan
las opiniones de las Escrituras y de la halajá es respecto de la
santidad de la tierra en este momento:
Aun según el punto de vista halájico que Avraham adquirió concretamente
la Tierra de Israel, no adquirió una tierra santa.
La prueba de esto es que pese a que los Patriarcas cumplieron toda la
Torá (véase Rashi a Toldot 26:5), vemos no obstante que salían de la Tierra de
Israel sin un motivo halájicamente válido, en aparente desafío de la
prohibición de salir de Tierra Santa a la diáspora. Por ejemplo, si bien la
visita de Avraham a Egipto a causa del hambre (arriba, 12:10 y ss.) habría
estado permitida por la ley judía, su partida de la Tierra de Israel después
del Pacto Entre las Partes no parecía tener un motivo válido, pues no era
una época de hambruna (véase Dáat Zekením a 12:4). Similarmente, Iaacov
se fue de la Tierra de Israel para ver a Iosef, a pesar de que ya se le había
provisto alimentos en la Tierra de Israel misma. Asimismo, tampoco vemos
que Iaacov y sus hijos regresaran a la Tierra de Israel inmediatamente
al terminar la hambruna.
Obviamente, los Patriarcas no habrían transgredido la ley judía. Por lo
que solo podemos concluir que la prohibición de salir de la Tierra de
Israel sencillamente no regía, porque la tierra todavía no era santa.
(Itzjak no salió de la Tierra de Israel, pero fue debido a una prohibición
especial que se le impartió; véase Toldot 26:2-3 y Rashi allí).
e) Las conquistas de Iehoshúa y Ezrá.
La Tierra de Israel adquirió finalmente su santidad cuando fue conquistada
por Iehoshúa. Esta santidad, sin embargo, no persistió, como explica
Rambam, porque la primera conquista de Iehoshúa “fue el mero resultado
de una guerra. Por lo tanto, cuando le quitaron [al pueblo judío] la tierra,
se anularon los efectos de la conquista inicial, y los preceptos bíblicos de
maaser (diezmo) y sheviít (año sabático) ya no regían, pues ya no era ‘la
Tierra de Israel’. Cuando Ezrá consagró la tierra, sin embargo, no lo hizo
mediante guerra, sino mediante adquisición legal (jazaká)... y así perdura
santificada hasta el día de hoy. Pese a que les quitaron la tierra, las obligaciones
de sheviít y maaser siguen vigentes” (Hiljot Beit HaBejirá 6:16).
Esta distinción entre estas dos conquistas puede explicarse de la siguiente
manera:
Si uno examina las palabras exactas de los diversos versículos que hablan
de la primera y la segunda ocupación de la tierra, emerge una distinción
clave. Dios estipuló que la primera conquista de la Tierra de Israel
sea por conquista militar: “Pasarán armados ante sus hermanos, todos los
poderosos hombres de valor” (Iehoshúa 1:14). En contraste, las profecías que
hablan de la ocupación de la Tierra de Israel en la época de Ezrá describen
un proceso pacífico (véase Irmiáhu 29:10; Daniel 9:2).
Supuestamente, la Tierra de Israel se volvió santificada mediante el preciso
mecanismo especificado por Dios en la Torá. Así, en la primera conquista,
donde la orden Divina era conquistar la tierra, fue la conquista lo
que le confirió santidad. Cuando los efectos de la conquista se revirtieron,
y la tierra se perdió, el mecanismo de “santidad mediante conquista” ya
no podía funcionar. Por eso, cesó la obligación de maaser y sheviít.
En cambio, el requerimiento de Dios en la segunda ocupación, en la
época de Ezrá, fue que sea una ocupación pacífica, mediante un proceso
de adquisición. Por lo tanto, una futura conquista militar por parte de
naciones no-judías no interferiría con la santidad de la tierra, porque el
mecanismo mediante el cual le fue conferida la santidad (es decir, jazaká)
perduraría totalmente inafectado por una conquista extranjera.
f) Ocupación de las diez tierras en la Era Mesiánica.
Dios dio (o prometió) la tierra de diez naciones al pueblo judío en el
Pacto Entre las Partes (vs. 18-21), pero en realidad solo siete de estas tierras
fueron ocupadas y santificadas. La Tierra de Israel será ocupada en su
totalidad en la Era Mesiánica.
Así, el relato del Pacto Entre las Partes sigue teniendo relevancia inmediata,
pues aún estamos en el proceso de adquisición de las tierras que
fueron entregadas (o prometidas) por Dios al pueblo judío.
(Basado en Likutéi Sijot, vol. 15, pág. 200 y ss.; ibíd., pág. 100 y ss.;
ibíd., vol. 5, págs. 8-9; Sefer HaSijot 5752, págs. 73-75)
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