RAMBAN comenta así el comienzo de esta sección:
Este pasaje ha sido escrito para enseñarnos que el Eterno ha salvado a Su servidor y lo ha liberado de la mano de alguien más fuerte que él, enviando un ángel para salvarlo; y también, que Yaakov no se fió en su propio mérito e hizo todo lo humanamente posible para salvarse. Contiene también una insinuación para las generaciones venideras, que lo acontecido a nuestro antecesor con su hermano Esav, nos acaecerá siempre (en nuestras relaciones) con los hijos de Esav.
Rambán adopta en este punto la enseñanza de nuestros Sabios, que identificaron de dos maneras, en sus homilías, a los padres con los hijos. Las virtudes de los antepasados son un ejemplo para los hijos; también la historia de los patriarcas, sus vicisitudes, sus éxitos, y sus fracasos son semejantes a los que acaecerán a los hijos. A ambos sentidos denominaron: “Las obras de los padres son un indicio promisorio para los hijos”.
Esta sección, que relata el encuentro conmovedor y decisivo de Yaakov con Esav; su reconciliación y su posterior separación se ha prestado para numerosas homilías de este género, pues del mismo modo en que identificaron a Yaakov con sus hijos, con los hijos de Israel, del mismo modo identificaron a Esav con Roma. Esta identificación se ha arraigado profundamente a pesar de no ser posible encontrarle ninguna base histórica-étnica (ya Josefo Flavio hace uso de esta identificación) e incluso se le encontró asidero en las homilías de los detalles de la vida de Esav, según los relata la Biblia.
Al final del encuentro relatado en el capítulo 33, cuando Esav pide insistentemente a Yaakov que lo acompañe o que tome alguna de su gente como una especie de guardia de honor, vemos a Yaakov haciendo lo posible para no relacionarse con Esav, y de no acompañarlo, mediante toda clase de pretextos y dilaciones. También esto fue interpretado como una norma para la futura descendencia. Rambán dice así; basándose en Bereshit Rabá:
“¿Para qué ésto? ¡Halle yo gracia en los ojos de mi Señor!”: Yaakov no deseaba de ninguna manera su compañía. Nuestros Sabios, (Bereshit Rabá 78, 18) vieron en ello un buen consejo: Cuando Rabí Yahuda Ha-Kadosh (según otra versión Rabi Yanaí) debía presentarse ante el rey, solía estudiar este pasaje y no dejaba acompañarse por los romanos. Una vez cometió la imprudencia de no estudiarlo y se dejó acompañar por los romanos. No había arribado aún a Acco, cuando se vio en la necesidad de vender su manto. (Parece que lo habían despojado de todo).
Rambán comenta esta homilía así:
Era tradicional entre nuestros Sabios el relacionar este pasaje con el Exilio. Cuando solía ir a Roma, a la corte de los reyes de “Edom”, por asuntos de Estado, estudiaba este pasaje a fin de seguir el consejo que nuestro sabio antecesor legó a las generaciones venideras y no aceptaba la compañía de la gente de la corte, pues su amistad era interesada y despojaban a la gente de sus bienes.
Nuestra sidrá es, entonces, la sidrá del exilio. Yaakov es la minoría, Esav la mayoría. A él le pertenece el gobierno. El poder está en sus manos. (“Y con él cuatrocientos hombres”). Yaakov le teme y trata de conciliarlo. Estudiaremos detenidamente uno de los versículos de esta parashá del exilio.
Esav, empero, corrió a recibirlo, y lo abrazó, y achóse sobre su cuello y lo besó; y lloraron. 33, 4
Nuestros Sabios y exegetas se asombraron no sólo ante los puntos que la Masorá colocó de una manera desusada sobre la palabra “Vayishakehu” (y lo besó) sino que también ante la conducta nada propia de Esav, lo que dió lugar a diversos comentarios. He aquí algunas de las opiniones:
Bereshit Rabá 78, 12:
“Y lo besó”: La palabra está punteada. Rabí Simón, hijo de Eleazar dice: en todo lugar donde las letras punteadas son menos numerosas que aquellas que no lo son, se interpretan aquellas que no lo son; si las punteadas son las más, interprétase éstas. Aquí, donde no se da ni uno ni otro caso, (toda la palabra está punteada), nos enseña el texto, que Esav fue preso de un sentimiento de piedad en ese momento y que lo besó de todo corazón. Díjole Rabí Yanai: Si es así, ¿cuál es entonces el objeto de los puntos? – Esto nos enseña que no quería besarlo sino morderlo, más el cuello de Yaakov se volvió duro como el mármol y sus dientes se embotaron. ¿Cómo debemos comprender “y lloraron”? Uno llora por su cuello – el otro por sus dientes.
Tanjuma, Vayishlaj 4:
Esav quiso morderlo, mas el cuello de Yaakov se endureció como el mármol. Por tal motivo está punteado sobre la palabra “Vayishakehu”, porque el beso no fue sincero.
“Y lloraron”: ¿Porqué? Te explicaré con una fábula: Un lobo arrojóse sobre un ciervo para devorarlo. El ciervo comenzó a cornearlo y los dientes del lobo se clavaron en los cuernos del ciervo. Ambos lloraron. El lobo porque no pudo hacerle nada, el ciervo por si volvería. Lo mismo sucedió con Esav y Yaakov: Esav lloró porque el cuello de Yaakov se endureció como el mármol y Yaakov, por si Esav volvería y le mordiese. A propósito de Yaakov leemos en la Biblia: “Tu cuello, como una torre de marfil”. (Shir Hashirim 7, 5) y a propósito de Esav: “Los dientes de los malvados quebrantaste” (Tehilim 3, 8).
Nos encontramos por lo tanto en presencia de una opinión optimista, que constata una transformación fundamental en el carácter de Esav y expresa la esperanza de una paz duradera entre él y Yaakov, y de una opinión pesimista que ve una dentallada en el beso de Esav.
Veamos otras fuentes que estudian este versículo más detalladamente:
Avot de Rabí Natan, versión B:
“Y lo besó”: Punteado. ¿Puede suponerse que fue un beso de amor? Rabí Shimón ben Eleazar dijo: ¿No eran todos los actos de Esav en un principio, actos de odio? Salvo éste, que fue de amor.
Una opinión opuesta leemos en Pirké de Rabí Eliézer 37:
Cuando Yaakov pasó en dirección a la tierra de Kenaan salió Esav a su encuentro, furioso y tramando su muerte, como está escrito: “Maquina el malo contra el justo, y cruje sobre él sus dientes”, Esav pensó: No mataré a Yaakov con arco y flecha; lo mataré a dentelladas y le chuparé la sangre, como está escrito: “Esav empero corrió a recibirlo y lo abrazo y echóse sobre su cuello y lo besó; y lloraron”. No debe leerse “Vayishakehu” ( = y lo besó) sino, “Vayishakehu” ( = y lo mordió). Mas el cuello de Yaakov se endureció como el marfil … Cuando Esav vio que no podía satisfacer su deseo, se irritó y rechinaron sus dientes, según está escrito: “El inicuo lo verá y se enojará; crujirá los dientes y desfallecerá”.
Sin embargo, encontramos comentaristas que creen firmemente en el beso de Esav. Entre ellos se destaca R. Shimshón Rafael Hirsch (en su comentario escrito en alemán):
La palabra “lloraron” es un testimonio fiel de un sentimiento humano puro. Es verdad que un hombre puede dar un beso hipócrita, mas las lágrimas de ese momento brotaron de lo más profundo de su corazón: Este beso y estas lágrimas nos permiten reconocer en Esav a uno de los descendentes de Abraham. No es más el cazador salvaje que conocimos, pues sino, ¿cómo hubiera podido llegar a gobernante? La espada y la fuerza bruta por si solas no hubieran hecho esto posible. También Esav se deshace poco a poco de su arma y da entrada gradualmente, a sentimientos de fraternidad dentro de su alma. Yaakov es precisamente quien por general ofrece a Esav la oportunidad de demostrar que el principio humanitario comienza a revelarse en él. Es inteligente el fuerte que respeta los derechos del fuerte. Mas cuando el fuerte – en este caso Esav – cae sobre el cuello del débil, Yaakov, y arroja lejos de sí la espada, sólo entonces comprendemos que también en él triunfaron la justicia y la fraternidad.
Entre las líneas de Hirsch percibimos fácilmente el eco del optimismo ciego del siglo XIX. Hirsch, lo mismo que muchos otros de su generación, ven aquí lo que tanto ansiaron ver: Esav deshaciéndose poco a poco de su espada y dejando dominar su espíritu por sentimientos de fraternidad. Será vano polemizar con él, pues no tenía el conocimiento ni la experiencia histórica que nosotros poseemos. Mas puede ser conveniente que comparemos su opinión con la del autor de Haamek Davar, uno de los primeros “Amantes de Sión”, casi contemporáneo suyo, quien recusó el Galut y exhortó a los judíos a abandonarlo para dirigirse al país de sus antepasados.
“Y lloraron”: Ambos. El texto nos enseña que también en Yaakov se despertó en ese momento el amor por Esav. Lo mismo ocurrió en la historia: Cuando los descendientes de Esav son animados por un espíritu de pureza y reconocen las cualidades de los descendientes de Israel, nosotros también somos impulsados a reconocer en “Esav” a nuestro hermano; así sucedió entre Rabí Yehuda Hanasí y el Emperador Antonio y en otros numerosos casos.
Al famoso rector de la Yeshivá de Volozín, no le asombran las lágrimas de Esav. Le intrigan las de Yaakov, quien a pesar de todo lo que Esav le hizo, está dispuesto a reconocer en Esav, a nuestro hermano, con tal que manifieste tan sólo un indicio de su buena voluntad.
¿Qué es lo que en la Torá misma leemos con respecto a los besos de Esav? ¿Hay en la Ley algo que nos permita saber si creer en ellos o no? Benno Jacob, contemporáneo, autor de un comentario importante “Génesis”, compara el versículo en estudio con otros que describen el encuentro de personas que se amaban entrañablemente y que estuvieron separados por largo tiempo uno del otro (Yaakov y Rajel; Yosef y Binyamín; Yaakov y Yosef, Moshé y Aarón):
Y besó Yaakov a Rajel; y alzó su voz y lloró. 29, 11
Cayó entonces sobre el cuello de Binyamín, su hermano, y lloró. 45, 14
Unció, pues, Yosef su carro … y se le presentó y cayó sobre su cuello y lloró
mucho sobre su cuello. 46, 29
… y el fué y lo encontró en el monte de Dios, y lo besó. Shemot 4,27
Benno Jacob dice: “En ninguno de estos encuentros hay tal efusión de actos como en el de Esav y Yaakov. Una abundancia tal de manifestaciones de cariño y de amor, no la entramos, por ejemplo, luego de una separación tan trágica como la de Yaakov y Yosef, su hijo amado. Sólo aquí vemos correr, abrazar, estrechar, caer sobre el cuello, besar y llorar. ¿No es esto un poco exagerado? ¿No es esto un poco sospechoso?
En realidad tampoco Yaakov cree. Inmediatamente después del abrazo y del beso comienza la separación; nada de contactos, nada de companía. Yaakov no desea asimilarse con la población del país: es una nación que reside aparte. Esav se va al Seír y allí se asimila: Esav es Edom. Yaakov no irá a Seír, su lugar está en el país de Kenaan. Mas el día llegará en que Esav – y toda clase de Esav – vendrán a lo de Yaakov, al monte de Sión.
Tomado de: “Reflexiones sobre la Parasha”, Prof. Nejama Leibowitz, publicado por el Departamento de Educación y Cultura Religiosa para la Diáspora de la Organización Sionista Mundial, Jerusalén, 1986 Pág. 47 – 51.