El asesinato de un hermano es un hecho realmente abominable, pero la familia no está en condiciones de matar al asesino, y por ende, no tiene otra alternativa que marginarlo de la familia, y eso también es muy duro.
El asesinato de un hermano es un hecho que inicia la historia de la sociedad humana en el texto bíblico, al matar Cain a su hermano Hevel. La transgresión del asesinato, es la peor de todas las transgresiones registradas en la Torá. La sentencia del asesino es la muerte, y ello es endilgado a los integrantes de la familia del asesinado, que son los redentores de su sangre, tras juzgarlo ante la congregación.
Cuando un hermano asesina a su hermano, el hecho es mucho más grave y detestable. No obstante, aquí se plantea una paradoja: la redención de la sangre del asesinado, obligará a la familia a matar al asesino, quien también es un miembro de la familia, y de ese modo, la tragedia se duplicará. No es de sorprender que en esos casos, la familia prefiera abstenerse de aplicar el castigo al asesino, y he aquí que la gravedad del asesinato de un hermano, termina siendo atenuada.
Dicha problemática se refleja en los conceptos de la mujer sabia de Tekoa, en una suerte de presentación “pura” del dilema: alguien golpeó a su hermano en el campo y lo mató (tal como Cain mató a Hevel, al encontrarse en el campo), a la mujer-madre no le quedaban otros hijos a excepción del asesino, y en su condición de viuda, tampoco volverá a dar a luz. El rey David acepta su argumento, que en este caso no debe ser aplicada la ley que obliga a castigar al asesino por parte de los redentores de la sangre del asesinado. Este “imperativo de la hora”, por cierto no surge a partir del hecho particular de la mujer de Tekoa, sino por la situación humana central descripta en él: el asesinato de un hermano.
No obstante, a pesar de todo ello, no se concibe que la familia continúe la vida como si nada hubiera pasado. ¿Cómo podrán vivir junto al asesino de su hermano? ¿Y cómo podrán hablar con él? El asesino se verá forzado a separarse de la familia y de la tierra de sus padres, y los familiares cortarán todo vínculo con él, hasta que pueda decirse que el asesino ya no es miembro de la familia. Fue “vomitado” de la misma y ya no es reconocido por la misma.
Sin embargo, a medida que transcurre el tiempo, y los sentimientos de bronca se desvanecen, el recuerdo del hijo vivo permanece como una herida abierta. La nostalgia y el deseo de ver al hijo, en el transcurso del tiempo superan al enojo y al deseo de castigarlo.
Esto es lo que le sucedió a David en relación a su hijo Abshalom. La fuga de Abshalom le ahorró a David la necesidad de aplicarle el juicio. Sin embargo, a pesar de ello, su fuga a Gshur, al encuentro del padre de su madre no judío representa una completa desconexión de su familia. Aparentemente, dicha ruptura se contempla como irreversible. David perdió dos hijos en una jornada.
Editado por el equipo del sitio del Tanaj
Extraído de la revista “Megadim”, de ediciones Tevunot