Los judíos que vivían en la pobreza, con hambre, y en un enfrentamiento permanente con sus vecinos, lograron, a pesar de todo, poner los cimientos para la construcción del segundo Beit Hamikdash, y establecerse y afirmarse en la tierra por cientos de años.
La emotiva descripción de la organización de la construcción de la muralla a cargo de Nejemiá, nos parece como si fuera un reflejo de los acontecimientos en nuestros tiempos. Nejemiá recibe la autorización para construir un asentamiento judío en la tierra. El permiso fue otorgado por un gobierno que se halla distante, y los lugareños se sienten como discriminados por esa autoridad. Ellos desprecian a los judíos, dudan de su poderío, no creen en su capacidad de construir el país.
Cuando, a pesar de todo, la muralla empieza a ser construida, y las grietas comienzan a cerrarse, los vecinos residentes en la tierra sienten que sus palabras no impedirán la construcción de la muralla, y se organizan para salir a la guerra. Las fuerzas enemigas son mejores. Su ejército es profesional, y puede dedicar todo su tiempo a los preparativos para la guerra. Por otra parte, el ejército de Iehudá, está compuesto de milicias populares. La fuerza laboral no puede con el cúmulo de tareas: “Pero se decía en Iehudá: Desfallecen las fuerzas de los cargadores, y queda mucho escombro; nosotros no podemos reedificar la muralla” (versículo 4).
Nejemiá asumió la responsabilidad de organizar la construcción de la muralla en esta atmósfera sombría.
Lo primero que hizo Nejemiá fue reorganizar a las milicias. Las organizo según familias, y no en los marcos militares (versículo 7). La lógica de esta distribución es que la persona lucha a fin de salvar a su familia, de proteger su hogar. De esta forma, Nejemiá logró fortalecer el corazón de los combatientes, y darles la sensación de que en su guerra hay un objetivo claro y cercano.
La segunda fase fue, alentar al pueblo: “No teman de ellos; recuerden al Eterno, grande y temible, y luchen por vuestros hermanos, vuestros hijos, vuestras hijas, vuestras mujeres y vuestras casas” (versículo 8).
De este modo, Nejemiá proporciona una base religiosa, una base espiritual para la guerra.
Ambos elementos fueron productivos. La organización de los combatientes debilitó al enemigo, y se reanudaron las tareas de la reconstrucción.
Sin embargo, las fuerzas a disposición de Nejemiá, eran escasas. Busca la forma de trasladar al ejército rápidamente de un lugar a otro, ya que no disponía de fuerzas de reserva como complemento de los combatientes y constructores. Y también para eso, encuentra una solución: en caso de ataque, se escuchará el sonido del Shofar, y todos los guardianes de todos los sectores abandonarán sus sitios y se apresuraran para llegar a la batalla.
A esta dura descripción de la construcción, debe agregarse la descripción de la pobreza a continuación (capítulo 5). La sequía provocó que los agricultores pobres se prestaran dinero para su sustento, y empeñaran a sus hijos como garantía. También les eran tomados sus campos y viñedos y eran entregados a los acreedores.
Esas eran las condiciones en las que fue construida la tierra en tiempos de Nejemiá. Una declaración de un rey distante que le permite a los judíos retornar a la tierra y construirla; habitantes hostiles que quieren extirpar a este asentamiento; una frágil pobreza; el hambre; una amarga desilusión.
Y a pesar de todo, este publico judío, que pasaba hambre y luchaba por su existencia, logro construir las bases para la construcción del segundo Beit Hamikdash, y establecerse y afirmarse en la tierra por cientos de años.
Editado por el equipo del sitio del Tanaj.
Gentileza sitio Daat.