“Y no pudo José contenerse más ante todos los que estaban allí con él, y les ordenó que se retiraran. Entonces no quedó (egipcio) con él al darse a conocer a sus hermanos. Y lloró con grandes voces y lo supieron los egipcios y la casa del Faraón. Les dijo José a sus hermanos: Yo soy José ¿Vive aun mi Padre? Y sus hermanos no atinaron a contestarle, de tan asombrados que estaban. Y continuó José: Acercaos por favor, y se aproximaron. Y subrayó: Sí, yo soy José, vuestro hermano, a quien vendisteis a Egipto. Pero no os lamentéis ni os arrepintáis por haberme vendido a este lugar, por cuanto D-s me envió ante vosotros para la preservación de la vida… para prepararos la subsistencia en la tierra y salvar así vuestras vidas del desastre. Por lo tanto, no fuisteis vosotros quienes me enviaron aquí, sino D-s, y púsome por padre del faraón y por señor de toda su casa y por gobernante de toda la tierra de Egipto.”
(Génesis 45, 1-8)
Pregunta: ¿Acaso José realmente sentía lo que decía al mencionar “no fuisteis vosotros quienes me enviaron aquí, sino D-s”?, ¿No lo habrá dicho solo para consolarlos y hacer ´ borrón y cuenta nueva ´ ? Aún si así fuera, ¿No debieron haber recibido su castigo por lo que hicieron, independientemente de haber resultado todo para bien?
Respuesta:
Abarbanel aprovecha este relato para profundizar en el tema de la providencia Divina y el curso general de la historia del hombre. Divide todo suceso en tres categorías:
La primera son todos los eventos que se dan por casualidad y son a nivel personal. Un ejemplo sería ir al mercado y encontrarse unas monedas en el piso.
La segunda son los que involucran el libre albedrío combinado con la probabilidad de obtener un resultado. Por ejemplo, si alguien camina al mercado buscando específicamente monedas que se le pudieron caer a alguien, tratando justamente de ir a los lugares donde hay más posibilidad de encontrar.
La tercera categoría son los sucesos meramente dirigidos y supervisados por D-s. Aunque cada persona tiene libre albedrío, en ocasiones el Todopoderoso encamina sus deseos y decisiones para llegar a tal o cual resultado; así como dice el versículo: “Como las corrientes de agua es el corazón del rey en la mano del Eterno, lo inclina a donde le plazca” (Proverbios 21)
Con base en esta introducción, el autor cita al RAMBAM (Maimónides) quien sostiene que el acto que realizaron los hermanos de José pertenece a la segunda categoría, en la cual los hermanos, dado su odio y rencor, venden deliberadamente a José para ser llevado a Egipto. Como sabemos el desenlace fue positivo; sin embargo, eso no libera de responsabilidad a esta gente y merecen un gran castigo.
El problema es que en ningún momento posterior aparece alguna represalia Divina hacia ellos ni tampoco una reprimenda de su padre Jacob, ni ahora, ni antes de su muerte como lo hizo con Simón y Leví sobre el caso de Dina (Ver Génesis Cap. 34). A ellos les recordó su acto de la siguiente manera: “Simón y Leví son hermanos. Instrumentos de violencia son sus espadas, no entre mi alma en sus designios ni en sus deliberaciones, por cuanto con saña mataron hombres y caprichosamente desjarretaron bueyes; maldita sea su ferocidad porque engendró la violencia y la crueldad…” (ibid 49,5)
Es por esto que Abarbanel descarta esta posibilidad y opina contrariamente al Rambam: La venta de José corresponde a la tercera categoría, y estuvo principalmente dirigida por D-s. Efectivamente el “caldo de cultivo” existía, ya que los hermanos odiaban al “soñador con delirios de grandeza”; sin embargo toda esa rivalidad no hubiera llevado normalmente a un acto tan bajo como el que hicieron si no fuera por el “empujoncito” que dio la providencia Divina. Se cumplió aquí el principio filosófico de “Megalguelim Jov al Yedey Jayav” (Se salda una cuenta a quien merece castigo), o sea que D-s combina el hecho de que José debe ser vendido a Egipto con la mala intención que tenían sus hermanos hacia él.
Por tanto a los hermanos les toca únicamente un castigo por sus malas intenciones, mas no por el resultado final que fue la venta a los Ismaelitas. De hecho, ellos mismos reconocen su error y escarmientan cuando José los acusa de espías “Y se dijeron entre sí: somos en verdad culpables por lo que le hicimos a nuestro hermano, ya que vimos la angustia de su alma cuando nos imploraba piedad y no lo escuchamos; por eso su desgracia ha recaído sobre nosotros” (ibid 42,21). Al parecer estaban ya recibiendo el castigo que les tocaba de parte del mismo afectado.
Podríamos sin embargo preguntar: Si la meta final era poner a José en ese puesto y salvar a la gente del hambre que vendría, ¿Acaso no pudo D-s llevar las cosas de manera distinta y sin tanto sufrimiento para José?; una posible respuesta es que finalmente a éste le tocaba también pasar penurias por su presumido comportamiento y falta de discreción hacia sus hermanos cuando era joven.
Con ésto comprobamos una vez más la grandeza de la providencia Divina y cómo se ejerce la JUSTICIA PERFECTA dándole a cada quien lo que corresponde.
“El es la Roca y Sus obras son perfectas, como perfectos son Sus juicios,
Su fidelidad y Su rectitud.” (Deut. 32,4)