El hecho de seguirlo a Eliahu, le impuso a Elishá un rotundo cambio de valores. Pero sin vacilar demasiado, Elishá abandona todo lo que tiene, todas las relaciones del pasado y sus valores, y corre detrás de Eliahu.
Aquí se han encontrado dos mundos contrapuestos. Por un lado, se encontraba el profeta que se expuso al fuego en Sinai, que no tenía hogar ni familia, y el espíritu Divino lo llevó hacia lo desconocido; frente a él se ubica el hijo de un campesino adinerado, que araba la tierra con doce yuntas de bueyes.
El hecho de encaminarse detrás de Eliahu, le demandó a Elishá un rotundo cambio de valores-dejar permanentemente un hogar acogedor, sólido y establecido con todas sus pertenencias. Y he aquí que Eliahu le arrojó su manto a Elishá, y éste dejó todo y corrió tras él. En otro momento, Elishá vaciló e intentó quedarse en este mundo, pero a partir de la reprimenda de Eliahu, estableció su camino y decidió a qué mundo pertenece. Elishá aprendió que no es posible vivir en dos mundos, no puede irse con Eliahu y además, conservar las relaciones del pasado y sus valores.
Elishá rompió con todo aquello que lo vinculaba con su pasado, sacrificó a los bueyes y los cocinó con la herramienta del arado. Así dejó su fuente de sustento en un parpadeo y anuló su mundo anterior como si fuera polvo de la tierra: “Dejó de inmediato todo lo que tenía y sembró todo el campo con sal” (Ialkut Shimoni 2, 224).
Editado por el equipo del sitio de Tanaj, extraído del libro “Mikdash Melej-Iyunim beSefer Melajim”, de ediciones Midreshet HaGolán.