Querer a los jóvenes

Querer a los jóvenes

La educación del pueblo y del individuo requiere una gran confianza. Acompañarlo en el periodo de la juventud y no ser víctima de la confusión ni desalentarse por la búsqueda. Estar allí, querer, hacer un seguimiento, abrir el corazón.

Dar a luz-es conducir, liderar. El momento del nacimiento conduce al bebé por las vías del útero hacia el exterior, hacia un mundo nuevo. Y desde ese instante, en el transcurso de todos los años de la infancia, conducimos a nuestros hijos.

Luego-el niño se convierte en muchacho. Es el momento en el cual sacude todo lo que ha recibido de nosotros. Al nacer, recibió de  regalo, una especie de “mochila virtual” en la que le colocamos una extensa serie de hábitos, creencias y valores. Ahora sacude la mochila, detrás de una puerta cerrada y música ensordecedora, en una habitación desordenada de un joven que busca un camino, y agita todo.

Entonces-crece un poco más y se convierte en joven. Ya que es momento de volver a elegir e introducir en tu mochila, la propia, los valores, creencias y hábitos que te acompañarán hasta el final de tus días.

Esto no es suficiente-la tentación, la pereza, la rutina, el entorno, todos estos elementos te convocan a a aflojar un tanto la vivencia de la elección. “Fluir”. Por consiguiente, creces un poco más, y te conviertes en hombre, un hombre que se sobrepone a la debilidad y al cansancio. Un hombre que no renuncia a la elección del periodo de la juventud que se deriva a raíz del acto de sacudir en la etapa de la adolescencia, frente a los valores eternos de la infancia.

Niño-muchacho-joven-hombre; niña-muchacha-joven-mujer. Ese es el curso de nuestra vida. Hay padres que preferirían saltear el periodo de la adolescencia. En cierta ocasión leí una carta estremecedora del director de  una escuela, en la que escribió que si le fuera posible hacer dormir a  los alumnos a los 14 años y despertarlos a los 24 años, ya casados, y padres de un niño, sería lo mejor.

Pero Hoshea no pensaba así: “Cuando Israel era adolescente, yo le amé” (Versículo 1). Y según la opinión de Radak: “Lo amé cuando era adolescente”. La capacidad de aceptar a tus hijos en la etapa de la adolescencia y entender que el amor, sólo el amor puede ayudarles en esos años complejos, es un acto profundo, desafiante y para nada sencillo. Esos “adolescentes” están confundidos: “Pero cuanto más los llamaron (Mis profetas), tanto más se alejaron de éstos sacrificando a los Báales, y quemando incienso a los ídolos” (Versículo 2), pero Hoshea propone no perder la confianza en el adolescente: “Con cuerdas humanas los atraía, con vínculos de amor; y era para con ellos como los que alzan el yugo de sobre su quijada, e inclinaba el alimento delante de ellos” (Versículo 4). De a poco, lentamente. Una travesía para nada simple, que en su final: “y Yo los haré habitar en sus casas, dice el Señor” (Versículo 11). Toda la trama de relaciones entre padre e hijo requiere ser clarificada. ¿Qué es lo que heredan de nosotros? ¿Qué es lo que adquirirán por su propia cuenta, por ellos mismos? ¿Cómo nos posicionaremos nosotros, desde el lado opuesto cuando confirmemos que ellos son diferentes, otros, no necesariamente parecidos a nosotros?

La historia judía relata acerca de padres que guardaron duelo por hijos que continuaron por un mal camino. ¿Han visto el violinista sobre el tejado? Ante esta realidad, me siento asombrado. Dolorido.  Cierta vez, una joven de un hogar “Jareidí”, ultraortodoxo, me contó que se desvió de esa forma de vida. La encontré en la plazoleta de  las gatas en Ierushalaim, y la conversación se sumergió en las profundidades del alma. Ella dijo: algún día regresaré. ¿Sabes por qué? Porque en los momentos de  embriaguez y confusión, al vomitar mi alma, cuando pensé que nunca más volvería a la vida, estuvo mi padre  junto a mí, con su traje y su sombrero, y acariciándome el cabello murmuraba: “Mi querida, todo estará bien”.. 

Todos tenemos días de adolescentes. La pregunta es si hay alguien que le manifestará amor en esos días. No “alguien que le indique el camino”, “lo reprenda”, equilibre”. Sólo que lo ame. Con buenos ojos y manos suaves. La educación del pueblo y del individuo requiere una gran confianza. Acompañar en su etapa adolescente y en ningún momento confundirse por la confusión, no desesperanzarse de la búsqueda. Estar allí, amar, cargarlo en sus brazos, abrir el corazón. Eso se dará. Habrá de suceder.

Editado por el equipo del sitio del Tanaj.

Gentileza sitio 929.

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