La problemática de “Pero engordó Ieshurún y coceó (se rebeló)” (Versículo 15), el olvido de Dios, es una de las problemáticas de raíz y profundas. En la festividad de Sucot, la inquietud de “pero engordó Ieshurún” llega a su punto culminante y por ende, el conjunto de preceptos de la festividad tiene la intención de poner a la persona en su lugar y orientar su conciencia hacia Dios.
Muchos preceptos de la Torá tienen el propósito de recordarle a la persona su dependencia de Dios y su subordinación a Él, e impedir que caiga en una situación de olvido de Dios, orgullo y autoconfianza excesiva, que finalmente lo llevarán a cometer pecados adicionales. La festividad de Sucot, que es celebrada tiempo después de la lectura de la Parashá (sección) de Haazinu, es una fiesta, cuyo conjunto de preceptos tiene como objetivo este propósito.
La festividad de Sucot es la fiesta de la recolección, la persona llega al final del año, y tiene en sus manos la producción anual y el fruto de su trabajo. Este es justamente el punto en el que la inquietud de “pero engordó Ieshurún” (Versículo 15) llega a su punto culminante. En función de ello, la Torá comprometió a la persona con un conjunto de preceptos de la festividad, cuya función es la de ubicar a la persona en su sitio y encauzar su conciencia hacia Dios.
La salida desde una vivienda segura hacia una frágil Sucá (cabaña), el estar sentado a la sombra de la Divinidad, nos recuerda que no son las piedras ni el hormigón, la fuente de nuestra seguridad, sino quien se halla por sobre todo: “Ya que el Alto por sobre el alto, aguarda” (Kohelet, Eclesiastés capítulo 5, versículo 7). La Sucá es también construida a partir de los restos de aquello que crece en el campo: “Cuando recojas de tu era y de tu lagar-el texto alude a los restos de tu era y de tu lagar” (Sucá 12a), de modo que se combina la satisfacción por la producción y el recuerdo de los restos por un lado, con la temporalidad de la Sucá, por el otro.
También el precepto de las cuatro especies tiene el objetivo de dirigir la mirada de la persona hacia el cielo, y recordarle que los mejores frutos de la tierra crecieron en ella por la bendición de Dios, e incluso sin la intervención de la persona. En el marco de la festividad, en el Beit Hamikdash, el Gran Templo, se realizaba la libación con agua, y no solamente con vino, como a lo largo del año. El agua, en contraste con el vino que lo tiene al hombre como socio en su elaboración, es una evidencia reveladora de la dependencia de la persona de la bendición de Dios. Todos estos elementos tienen el propósito de recordarle al hombre que celebra la alegría de la recolección y el logro de su esfuerzo, que la producción de sus campos no es un motivo para vanagloriarse, y que por ello, él debe manifestar su gratitud al Creador del mundo.
Esta toma de conciencia tiene también otra perspectiva: recordar a aquel que no tiene. Se puede decir que existe una perspectiva vertical hacia el cielo, y a la par de la misma, una mirada horizontal, hacia el prójimo. No en vano, la fiesta de Sucot impone la presencia de los “Ushpizin”, los padres de la nación como invitados estelares. Los invitados a la Sucá no son solamente los “Ushpizin”, los patriarcas de nuestro pueblo, sino también las personas carenciadas y necesitadas. Ya que cuando se hace realidad “lo amamantó con miel de la peña y aceite del pedernal de la roca” (Versículo 13), tendemos a olvidar que están quienes no tienen siquiera la posibilidad de alcanzar miel de abejas y aceite de oliva.
Rab Profesor Yehuda Brandes: graduado de Yeshivat “HaKotel” y recibió la ordenación rabínica del Gran Rabinato de Israel. Tiene un Doctorado en Talmud, recibido de la Universidad Hebrea de Jerusalén en 2003. Ha dirigido “Beit Morasha”, el Centro de Estudios Judaicos Avanzados y Liderazgo en Jerusalén, entre 1998 y 2014. Preside Herzog College desde el 2014, fue uno de los fundadores de la “Escuela Maalé de Televisión, Cine y las Artes”.