Reprimenda y amor

Reprimenda y amor

 

El profeta Yeshaiahu describe la desilusión de Dios con el pueblo de Israel y los reprende, pero junto a ello, al mismo tiempo, describe también el amor de Dios, Su misericordia y Su perdón por los pecados.

En una breve cadena de versículos, el profeta expresa la decepción de Dios con Su pueblo elegido.

Yo, dice Dios, formé un pueblo para que “cuenten mis alabanzas” (versículo 21), ¿y qué pasó? “Pero a mí no me has invocado, oh Iaacov” (versículo 22); y por el contrario: yo “no te he causado molestia con ofrendas vegetales, ni te he cansado con incienso” (versículo 23), mientras que tú “Me has causado molestia con tus pecados, y Me has cansado con tus iniquidades” (versículo 24).

Prestemos atención al término “molestia” y a sus apariciones en la profecía: “te has cansado de Mí, Israel” (versículo 22); pero sin razón alguna, ya que yo “no te he cansado con incienso” (versículo 23). ¿Cómo es que esto sucedió? pregunta Dios, que a pesar del hecho de que no te he cansado, molestado, estás cansado, molesto conmigo (¡sin ninguna razón!) y yo lo estoy por tus pecados?

Aparentemente-una ruptura total. El pueblo creado para contar las alabanzas de Dios-está cansado de su tarea; Dios, que desea que el pueblo difunda su fe-está cansado de los pecados de Su pueblo: la continuidad prevista es obvia: una profecía de cólera y pérdida. Escuchemos:

“Yo, Yo soy aquel que borro tus transgresiones a causa de Mí mismo,

 y no Me acordaré (más) de tus pecados” (versículo 25).

Exactamente, lo opuesto a lo previsto. Si el pecado es tan grave, si el alma del pueblo se ha desconectado tanto de su Dios, y es tan grande la desilusión de Dios, sólo el perdón puede borrar la decepción, sanar la ruptura.

El último pequeño agregado es el que define: “Para Mí”. En el texto bíblico encontramos formulaciones similares, y allí figura el perdón como consecuencia de la promesa a los patriarcas, mientras que aquí-la desilusión es total: “Yo, Yo soy aquel que borro tus transgresiones- a causa de Mí mismo”. Más aún: no solo que no son las transgresiones una causa para el perdón, son la razón para la desilusión.

“Hazme recordar tus buenas acciones¡Entremos en juicio juntos!

¡Alega lo que puedas para justificarte!

Tu padre, el primero, ha pecado...” (versículos 26-27)

“Tu padre, el primero, ha pecado”. “Hazme recordar tus buenas acciones”. “Entremos en juicio”. “Alega”. Como si Dios le diera a Israel todas las posibilidades de salir airosos en el juicio: hablen ustedes primero, sean los fiscales. Pero saben que no tienen argumento: vuestro primer padre ha pecado.

Y una vez más, un vuelco: si son tan remotas las posibilidades de que que Israel salga favorecido del juicio, ¿cuál será la continuación de la profecía? Y la misma continúa, en el capítulo siguiente: “No temas, siervo Mío, Iaacov, y tú, Yeshurún (pueblo recto), a quien he escogido” (capítulo 44, versículo 2).

Estos saltos bruscos-de la reprimenda a la misericordia, del amor a la desilusión-se hallan en la base de la relación entre Israel y su Dios. Frente a la expresión “Me has causado molestia con tus pecados” (versículo 24)-“ Yo, Yo soy aquel que borro tus transgresiones” (versículo 25), frente a la frase “Y entregué a Iaacov a la destrucción” (versículo 28)-“No temas, Mi siervo Iaacov” (capítulo 44, versículo 2).


Editado por el equipo del sitio del Tanaj

Cortesía sitio DAAT

 


 

 

 

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