La fe en la grandeza de Dios y en la elección del pueblo de Israel es la que modela la resiliencia del pueblo de Israel y permite creer en la redención.
Al principio, la profecía describe la grandeza de Dios como el Dios de la naturaleza, el Creador del mundo con su poder. Las preguntas clave en este capítulo (40), son: “¿Quién midió las aguas con el hueco de su mano...? (12), “¿Quién creó aquellos?” (26), las preguntas retóricas: “¿Quién ha determinado el espíritu del Señor...?” (13), “¿Con quién tomó Él consejo, y quién Le hizo entender...?” (14), y las preguntas comparativas: “¿A quién asemejan a Dios, o qué imagen Le comparan?” (18), “¿A quién Me comparan, y seré igual?” (25). En la segunda parte (capítulo 41), la profecía describe la grandeza de Dios, como el Dios de la historia, quien conduce el mundo y lo protege, desde el momento de su creación y hasta la actualidad: “¿Quién lo ha obrado y lo ha hecho? Yo que establezco (la misión de) las generaciones desde el principio: Yo soy el Señor, el primero de todos; y junto con los últimos, el mismo soy Yo” (4), “¿Quién ha declarado esto desde el principio, para que lo sepamos...? (26).
Esto es complementado con el reconocimiento de la elección del pueblo de Israel y del compromiso de Dios hacia el pueblo. “¿Quién ha suscitado desde el oriente a aquel, a quien llamó en justicia para que Le siguiese?” (2), que se trata del patriarca Abraham, quien ama a Dios y es el escogido (8). Estos son los tres pilares de la fe, que son necesarios a fin de sobreponerse a las dudas que surgen en lo concerniente a la redención.
Al pueblo de Israel le resulta difícil creer en la posibilidad de la redención: “¿Por qué dices, pues, oh Iaacov, y hablas, oh Israel: Escondido está mi camino al Señor, y mi causa pasa de mi Dios?” (40, 27). El profeta debe fortalecerlos: “No temas...No te desanimes... Te fortaleceré, y te ayudaré, y te sustentaré con Mi diestra” (41,10). “soy quien tiene asida tu diestra...yo te ayudo. No temas, oh gusanillo de Iaacov. Yo te ayudaré, dice el Señor; y tu redentor es el Santo de Israel” (13-14).
El reconocimiento de la grandeza de Dios, tanto como Creador y como conductor que sostiene el mundo en todo momento, y el conocimiento de que Dios está comprometido con el pueblo de Israel, los hijos de Iaacov, la simiente de Abraham, son las creencias que moldean la resiliencia espiritual del pueblo de Israel. Tiene el poder de transformer al gusano de Iaacov en un trillo nuevo y afilado con dientes, capaz de trillar montañas y reducir colinas a paja (15).
Aquel cuyo mundo de fe no está bien fundamentado, incluso cuando ve las salvaciones de Dios que convierte "el desierto en laguna de aguas" (18-19), no logra entenderlas ni apreciarlas adecuadamente y continúa siendo escéptico y temeroso. Aquellos cuya fe está consolidada son los que " vean y sepan, y consideren y entiendan a la vez, que la mano del Señor ha hecho esto, y que el Santo de Israel lo ha creado" (20).