Revolución mundial

Revolución mundial

El capítulo 65 describe una transformación que se registrará en el mundo, la cual solo podrá suceder con la intervención de Dios, en persona. Esta transformación también incluirá la eliminación del mal y la maldad.

Se puede contemplar el capítulo 65 como una respuesta a la súplica del capítulo 64 (según el comentario de Rashi en el versículo 1). En el capítulo 64, el profeta suplica que Dios tenga piedad de su pueblo, cese los castigos que vinieron como consecuencia de los pecados, y reconozca que la salvación depende únicamente del fin del ocultamiento divino hacia su pueblo.

La respuesta dada en la profecía del capítulo 65 es que esto no es posible, al menos no en la medida completa sobre la que trata la súplica en el capítulo 64. El comienzo del capítulo 65 coincide con el dicho de nuestros Sabios: "Quien dice que Dios es indulgente, su vida será cedida, pues está mencionado: “El Creador, perfecta es Su obra, ya que todas Sus sendas son justicia " (Baba Kama 50a).

El primer argumento de Dios es que la petición del profeta ya se cumplió en el pasado; Dios respondió y se reveló a aquellos que ni siquiera buscaban su cercanía: " Tuve indulgencia con los que no preguntaban por Mí; Me dejo hallar de los que no Me buscaban; dije: "¡Heme aquí, heme aquí!" a nación que no quiere ser llamada de Mi nombre. Siempre extendía Mis manos a pueblo rebelde, que anda en un camino no bueno, (siguiendo) sus propios pensamientos," (versículos 1-2).

El gesto divino de hacer brillar Su rostro no produjo cambio en la conducta del pueblo. Por el contrario, el " pueblo que Me provoca continuamente en Mi misma cara" (versículo 3) continúa sacrificando y quemando incienso sobre ladrillos (versículo 3), sumergiéndose en la impureza y comiendo (versículo 4). Para ellos no hay remedio, y se les debe pagar según sus acciones (versículos 5-7).

No obstante, Dios concuerda con el profeta en que se debe distinguir entre quienes abandonan a Dios y aquellos pocos que no se unieron a ellos y aún mantienen viva la llama de la fe y el servicio divino. Gracias a ellos, Dios no destruirá todo (versículo 8). Se producirá una separación y distinción clara entre quienes abandonan a Dios y Sus servidores (versículos 11-14). Los siervos de Dios "cantarán por el gozo de corazón", mientras que quienes lo abandonan "clamarán por dolor del corazón, y aullarán por el quebranto de espíritu" (versículo 14).

El mundo corregido y redimido no será una continuación directa del mundo actual. Es necesario crear " nuevos cielos y una tierra nueva" (versículo 17), un mundo donde "las cosas anteriores no serán recordadas, ni vendrán al pensamiento" (versículo 17). En tal mundo, las regiones desérticas de la tierra se convertirán en fértiles campos de pastoreo (versículo 11), Ierushalaim se llenará de alegría y regocijo, y no se oirá más en ella voz de llanto ni voz de clamor (versículos 18-19). Los penas anteriores serán olvidadas (versículo 16), y a los siervos de Dios "les será dado otro nombre" (versículo 15). El ocultamiento del rostro será reemplazado por una realidad donde "antes que clamaren, Yo responderé; y estando ellos aún hablando, Yo oiré" (versículo 24).

En un punto, la profecía del capítulo 65 concede al concepto subyacente en la plegaria del capítulo 64. Una realidad donde “ no dañarán ni destruirán en todo Mi santo monte" equivale a una realidad donde " El lobo y el corderito pastarán en compañía, y el león, cual buey, comerá paja”. Esto implica un cambio en el orden natural de la creación, y no ocurrirá por poder humano. Solo la intervención de Dios, en persona, puede producir esta revolución mundial, pero no acepta la exigencia de indulgencia y misericordia infinitas. Es imposible que la revolución no incluya también la eliminación del mal y la maldad de manera decisiva y severa.

 

Volver al capítulo