Rezar por uno mismo

Rezar por uno mismo

En el momento en el cual Jizkiahu se dirige a Dios él mismo, recibe una respuesta inmediata, y muy pronto llega la salvación.

Se cuenta acerca del Maguid (predicador) de Mezeritch, el gran alumno de Rabí Israel Baal Shem Tov (el fundador del Jasidismo), que en cierta ocasión, vino a visitarlo un judío desde muy lejos y le pidió que le asegurara que tendría un hijo. Le dijo el Maguid: ¿Acaso ocupo yo el lugar de Dios? Elévale una plegaria a Dios y te ayudará. Dijo el judío: ya he rezado pero mi plegaria no ha ayudado. Le dijo el Maguid: Pues entonces, es preferible que me pidas que te enseñe a rezar y así no tendrás necesidad de venir a verme. El judío salió del encuentro con el Maguid, desconsolado y llorando. Le preguntaron al Maguid, por qué no le prometió al judío que habría de rezar por él, como lo hace con otros de sus adeptos. Dijo el Maguid: si viene a mí una pesona que confía en el Bendito Dios, y sólo me solicita que rece por él, suponiendo que mi plegaria tiene mayor aceptación, pues le prometo cumplir su pedido, no obstante, esta persona confió plenamente en mí, y por ello le respondí desilusionándolo para que confíara solo en Dios, y estoy seguro de que lo logrará.

Nuestro Maestro y Rabino Iaacov de Husiatyn (una de las dinastías jasídicas), explicó así la dura respuesta de Iaacov a Rajel “¿Acaso en lugar de Dios que ha vedado de ti fruto de vientre, estoy yo?”. Al ver que ella se dirige a él con la demanda “Dame hijos”, rehusó complacerla, a fin de que no confiara en él y se dirija a Dios con una plegaria, y al hacerlo, ella logró dar a luz, como está escrito: “Y Dios la escuchó a ella” (Comentario Ohalei Iaacov, Toldot Vaietzé, según el comentarista Rambán, Najmánides, en Bereshit, capítulo 30, versículo 1). El profeta le promete a Jizkiahu la salvación (6-7). La salvación comienza a hacerse realidad (8-9), sin embargo, Ravshaké no renuncia y envía una misiva adicional con amenazas a Jizkiahu (9-13).

El relato jasídico y la explicación alusiva al episodio de Iaacov y Rajel, reflejan la literalidad de nuestro capítulo: en su momento de angustia, Jizkiahu se dirigió al profeta Yeshaiahu, le describió la gravedad de la situación y le solicitó que rezara “la oración a favor del resto que aun (nos) queda” (capítulo 37, versículo 4).

Al leer Jizkiahu las amenazas de Ravshaké, comprende que no es suficiente apoyarse y confiar en el profeta y en su plegaria. Él mismo se encamina a la Casa de Dios, despliega ante Dios el escrito con las amenazas e inicia una plegaria. (14-20) Jizkiahu comprende “esto depende de mí”. Al concluir su plegaria, recibe una respuesta inmediata. Dios le envía Su respuesta a través del profeta, al decir expresamente que ésta es la respuesta a la plegaria del rey (21). Se hace acreedor a una profecía detallada, que anuncia el castigo para el rey de Ashur, para su ejército y su tierra y la salvación y bendición para Jizkiahu, para Ierushalaim y el reino de Iehudá (21-35). Al ser recibida su plegaria, también llegó rápidamente la salvación, sin dilaciones (36-38)

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