En nuestro capítulo leemos acerca de la grandeza y del poderío del reino de Shlomó y sobre cómo la paz, la riqueza y la sabiduría se hicieron realidad en él. Al final del capítulo, escuchamos acerca del cálido trato que Shlomó recibe del rey de Tzor, Jiram, como ejemplo del trato que se hizo acreedor del resto de los reyes de la región.
Paz regional (versículo 1)
Shlomó gobernaba en todos los reinos vecinos y transformó a la superficie del reino de Israel en la más grande de la historia: “Y Shlomó señoreaba sobre todos los reinos, desde el río (Éufrates) hasta la tierra de los pelishtim, y hasta el confín de Egipto; y ellos traían presentes, y servían a Shlomó todos los días de su vida”
La riqueza del reino (Versículos 2-8)
Más allá de la paz política, el reino de Shlomó es muy rico. De ese modo, Shlomó se convierte en una verdadera potencia, con numerosos caballos y carruajes.
La sabiduría e inteligencia de Shlomó (versículos 9-14)
También la inteligencia de Shlomó es sumamente importante. Shlomó se convierte en el más inteligente entre los hombres y tenía un conocimiento muy amplio en muchas disciplinas. (Y aquí debe corregirse un error muy divulgado: Shlomó no hablaba con los árboles sino acerca de los árboles, y así también, en referencia a los animales).
Solicitud de ayuda a Jiram (Versículos 15-32)
Shlomó se dirige a Jiram, un amigo de muchos años de su padre David, y le pide ayuda: “Ahora, pues, manda que se me corten cedros en el Líbano; y mis siervos estarán con tus siervos; y yo te daré el alquiler de tus siervos, conforme a todo lo que tú dijeres” (Versículo 20). Jiram se alegró mucho al escuchar a Shlomó y accedió a su pedido.