La lamentación del doliente (Versículos 1-11)
El doliente describe el oprobio de la ciudad. En el inicio de la lamentación, describe la soledad de Ierushalaim: “¡Cómo está sentada solitaria la ciudad (que estaba) llena de gente! Ha venido a ser como viuda la que era grande entre las naciones; la princesa entre las provincias, ¡cómo ha sido convertida en tributaria!”(Versículo 1) y cómo todos aquellos que la amaban se convirtieron en sus enemigos: “todos sus amigos se han portado traidoramente para con ella se han hecho enemigos suyos” (Versículo 2). El doliente pasa a describir a Ierushalaim por dentro: “ Los caminos de Tzión están de luto, porque no hay quien venga a las fiestas solemnes; todas sus puertas están desoladas, sus sacerdotes gimen, sus vírgenes se afligen, y ella misma está amargada….Ha pasado de la hija de Tzión toda su hermosura; sus príncipes han venido a ser como ciervos que no hallan pasto, y caminaron sin fuerzas ante el perseguidor” (Versículos 4-6), y señala que su castigo deriva de sus pecados: “Ha pecado atrozmente Ierushalaim, por tanto ha venido a ser como cosa asquerosa; cuantos la honraban, la desprecian, porque han visto su desnudez, también ella misma gime y se vuelve atrás” (Versículo 8). Ierushalaim irrumpe en las palabras del doliente y también se lamenta: “¡Mira, oh Señor, y considera cómo estoy envilecida!” (Versículo 11).
La lamentación de Ierushalaim (Versículos 12-22)
En este párrafo, la ciudad asume el rol del doliente. La ciudad describe cómo Dios ha atentado contra ella: “Desde lo alto ha enviado fuego en mis huesos, que prevalece contra ellos: ha tendido una red a mis pies; me ha vuelto hacia atrás; me ha dejado desolada, dolorida todo el día” (Versículo 13), y por ello, ella llora: “A causa de estas cosas estoy llorando; ¡mis ojos, mis ojos se deshacen en aguas!, por cuanto está lejos de mí el consolador que hubiera de confortar mi alma; desolados están mis hijos, porque ha prevalecido el enemigo” (Versículo 16). En este fragmento, el doliente irrumpe en los conceptos de la ciudad y dice: “Extiende Tzión sus manos, mas no hay quién la consuele: ha ordenado el Señor respecto de Iaacov que los que le rodean sean sus adversarios: Ierushalaim ha venido a ser entre ellos como una cosa asquerosa” (Versículo 17). Tzión continúa lamentándose y justifica el juicio: “¡Justo es el Señor, porque yo contra Su mandamiento me he rebelado!” (Versículo 18), y se dirige a Dios de un modo emotivo: “¡Mira, oh Señor; porque me veo en estrecho! Hierven mis entrañas; se ha revuelto mi corazón dentro de mí, por cuanto me he rebelado atrozmente: ¡por fuera la espada hace estragos, y por dentro es como la muerte!” (Versículo 20). Tzión finaliza el lamento con un pedido de venganza para los enemigos: “Venga toda su maldad delante de Ti, y haz con ellos según has hecho conmigo, a causa de todas mis transgresiones; porque son muchos mis gemidos, y está dolorido mi corazón” (Versículo 22)
Redacción: Netanel Szpigel