La reunión de Israel para el ayuno y la confesión (versículos 1-5)
Tras la festividad de Sucot, “se congregaron los hijos de Israel en ayuno, vestidos de harapos y con polvo sobre sí” (versículo 1). Como parte de la reunión: “Y los descendientes de Israel se separaron de todos los extranjeros, y se pusieron en pie, confesando sus pecados y las iniquidades de sus padres” (versículo 2). Durante un cuarto de la jornada leyeron la Torá y otro cuarto del día, se arrodillaron y confesaron ante Dios. El pasaje concluye con el llamamiento de los Leviim a bendecir a Dios: “Levántense, bendigan al Eterno vuestro Dios por siempre y para siempre. Sea bendito Tu glorioso Nombre y exaltado sobre toda bendición y alabanza” (versículo 5).
La confesión (Versículos 6-37)
El primer párrafo describió el acto de la confesión, y en este extenso pasaje, es mencionada la confesión completa. La confesión se divide en dos partes centrales: la confesión por los hechos del pasado (versículos 6-31) y la confesión por los actos del presente (versículos 32-37). La confesión por el pasado incluye una reseña de los hechos históricos que tienen una doble finalidad: por un lado, destacar la bondad de Dios, y por otra parte, señalar la ingratitud del pueblo que pecó y no escuchó los preceptos de Dios. A pesar de ello, Dios no abandonó a Israel: “Pero por Tu gran compasión no los exterminaste ni los abandonaste, porque Tú eres un Dios clemente y compasivo” (versículo 31). En la segunda parte de la confesión, el pueblo reconoce sus pecados: “Mas Tú eres justo en todo lo que nos ha sobrevenido, porque Tú has obrado con verdad, pero nosotros obramos perversamente” (versículo 33). Y finaliza, con la siguiente frase: “y estamos sumidos en gran angustia” (versículo 37).
Redacción: Netanel Szpigel.