El clamor del pueblo y los pobres (versículos 1-5)
“Y hubo gran clamor del pueblo y de sus mujeres” (versículo 1), a raíz de una pobreza extrema, los pobres se ven forzados a vender a sus hijos e hijas como esclavos o empeñaban sus campos y sus casas a los ricos “por tanto, que se nos dé trigo para que comamos y vivamos” (versículo 2). Los pobres se volvieron más pobres y desgraciados, y los ricos-más ricos aún.
Las regulaciones de Nejemiá (versículos 6-13)
Nejemiá está atento y oye el clamor del pueblo: “Entonces me enojé en gran manera cuando oí su clamor y estas palabras” (versículo 6). Nejemiá decide realizar un acto: “Mi corazón dentro de mío me impulsó, y contendí con los nobles y con los oficiales y les dije: ¿Estáis cobrando usura cada uno a su hermano? Y congregué contra ellos una gran asamblea” (versículo 7). Tras reprender Nejemiá a los ricos, ellos están dispuestos a restituir los campos a los pobres: “Entonces ellos dijeron: Lo devolveremos y no les exigiremos nada; haremos tal como has dicho. Y llamé a los sacerdotes y les hice jurar que harían conforme a esta promesa” (versículo 12)
Nejemiá-lo que dice, lo cumple (versículos 14-19)
Nejemiá da cuenta de su manejo como gobernador (gobernador de Iehudá, en representación del gobierno persa): no sólo que no aprovechó su estatus, sino que tampoco concretó sus derechos como gobernador, por tener en cuenta a sus súbditos. Durante todos los años de su liderazgo “doce años, ni yo ni mis hermanos hemos comido la manutención que corresponde al gobernador” (versículo 14). Tampoco adquirió campos aprovechándose de la gente con pocos recursos. Todo ello, a pesar de su capacidad como gobernador de mantener un patio político y financiar sus gastos. El capítulo culmina con una súplica para que Dios recuerde sus acciones: “Acuérdate de mí, Dios mío, para bien, conforme a todo lo que he hecho por este pueblo” (versículo 19).
Redacción: Netanel Szpigel.