Santificar lo material

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Tzor (Tiro) y Tzidón (Sidón) son el tema de la última profecía de Yeshaiahu. Sorprende ver la similitud entre Tzor y el reino de Iehudá, que ambos fueron castigados después de setenta y dos años, mientras que todo el oro y los tesoros de Tzor, serán consagrados a Dios. ¿Cuál es el significado de esta similitud?

El profeta Yeshaiahu finaliza el conjunto de profecías alusivas a los pueblos, precisamente con Tzor y Tzidón, que en esa época  eran las ciudades más importantes de la tierra de Fenicia, que se extendía por la costa mediterránea, al norte de la Tierra de Israel.

Desde siempre, Tzor fue famosa por su comercio marítimo, como ya lo vimos en el período del rey  Shlomó, quien comerciaba con el rey de Tzor, con las embarcaciones de Tarshish procedentes de Tzor (Melajim I, 10,22). Yeshaiahu profetiza “He aquí que los días van llegando”, y habrá un gran colapso económico en los reinos de Tzor y Tzidón. Todos sus habitantes guardarán duelo por su amargo destino, y la habitual alegría de la ciudad será interrumpida.

También cesarán los lazos comerciales que tenía con la Tierra de Kenaan y todos sus comerciantes quedarán sin trabajo. No obstante, el profeta da cuenta de que al final de setenta años, Dios recordará   a Tzor y recuperará su fortaleza original. La ciudad continuará su comercio con todos los países, pero sin embargo, ahora todos sus tesoros serán consagrados a Dios y su mercancía le concederá bendición.

¿En qué se distinguió Tzor para que finalmente Dios la recordara y la bendijera? ¿Cuál es el significado de la similitud con el reino de Iehudá que también fue recordado después de setenta años? ¿Cómo alcanzará Tzor el nivel de "Y su comercio y sus ganancias serán consagrados a Dios”?

Parece que todo está relacionado con el hecho de que desde que hubo un reino en Israel, hubo buenas relaciones entre los reyes de Tzor y los reyes de Israel. Jiram, rey de Tzor, ayudó tanto a David como a Shlomó en la construcción de su casa y, en particular, en la construcción del Beit HaMikdash, el Gran Templo. Ellos vieron que el pueblo de Israel era objeto de bendición y quisieron unirse a él. Pero con el tiempo, se dejaron llevar por la avidez de riquezas y perdieron sus valores y su justicia, por lo que vino sobre ellos la destrucción. Sin embargo, parece que esto fue solo una conmoción temporal y que volverán a los tiempos antiguos en los que reconocieron la grandeza de Dios y ayudaron a su manifestación en el mundo, con la construcción del Beit HaMikdash, el Gran Templo. Por lo tanto, en el futuro, "su comercio y sus ganancias" volverán a ser consagrados a Dios.

 

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