Tiempo de guerra y tiempo de paz

Tiempo de guerra y tiempo de paz

La postura profética de Elishá de no atacar a Aram contrasta, aparentemente, con la postura exhibida por el profeta que guió a Ajav a librar contra Aram una guerra de exterminio. ¿Cómo puede comprenderse el sentido de esta cuestión?

Elishá envió al enceguecido ejército de Aram y no los tomó como prisioneros en Dotán. ¿Por qué se tomó la molestia él mismo y los molestó a ellos hasta allí? Resulta claro que para el profeta era importante que la lección del milagro no solo permaneciera  en el dominio de Aram, sino que también fuera aprendida por el rey de Israel. Aparentemente, este rey corrigió el pecado de Ajav y no contempló el milagro como si fuera suyo. No se apresuró a hacerlo sino que consultó al profeta y reconoció su “propiedad” del milagro. Llamó al profeta “mi padre” (versículo 21) como una forma de honrarlo, del mismo modo que denominará el rey a Elishá al morir (13,14). El rey también quería reparar la esencia del pecado, y en el sitio en el cual Ajav liberó al ejército de Aram, ahora solicitó el rey atacarlo. Pero es que justamente aquí lo sorprendió el profeta, cambió de rumbo, y exigió enviar al ejército de Aram en paz. En su lucha contra Aram, Elishá descartó la guerra. No los venció ni los aniquiló, sino que los venció con su fuerza espiritual y los envió en paz. Así hizo con Naamán, y de este modo, actuó también en el sitio a Shomrón: no fue el ejército de Israel el que salió a atacarlos, sino que “Porque el Señor había hecho que el ejército de Aram oyese estruendo de carros, y estruendo de caballos, estruendo de un gran ejército” (capítulo 7, versículo 6).

La postura profética de Elishá es aparentemente contraria a la postura presentada por el profeta que guió a Ajav a llevar a cabo una guerra de destrucción total contra Aram. Pero no debe comprenderse la misión de Elishá como una misión pacifista. Él mismo exhibió una postura bélica y al inicio de su trayectoria, participó de la guerra contra Moav (3), e incluso ordenó por mandato de Dios que sean sometidos total y cruelmente. Esto lo reiteró también en su testamento antes de morir, al colocar su mano sobre el rey que disparaba y lo bendijo con la flecha de la salvación contra Aram (13).

Tal vez, deberíamos discernir entre el accionar del profeta y el del rey. Actúan en diferentes planos, y sus formas de acción son distintas. Cada uno de ellos debe actuar acorde al carácter de su rol y no cambiarlo difuminando los ámbitos. El profeta no reemplazó al rey, el milagro no es una alternativa a la realidad, sino que viene a mostrar la mano de Dios que la maneja, y el profeta reconoce el rol del rey para luchar a su modo.

El profeta actuó por sus medios a fin de santificar el nombre de Dios en el mundo y trajo un tiempo de paz: “Hora para amar--hora para odiar; hora de guerra y hora de paz” (Kohelet, capítulo 3, versículo 8). Elishá renunció a un éxito militar local y acotado y descubrió la inutilidad absoluta de la fuerza en la guerra contra Israel. La paz que le concedió al ejército de Aram es una paz celestial, mesiánica, pero cuando Ajav quiso actuar como hombre de Dios y conceder la paz, provocó un desastre. No es lo mismo Ajav, cuya bondad es humana, calculada y conveniente, y por lo tanto, carece de influencia y sentido, que Elishá, quien liberó al ejército de Aram en Shomrón como bondad Divina.

Editado por el equipo del sitio del Tanaj, extraído del libro “Mikdash Melej-Iyunim beSefer Melajim”, de ediciones Midreshet HaGolán.

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