Shimshón vive en una soledad profunda, sombría y triste, e incluso su muerte fue una tragedia. ¿Pues entonces, por qué hemos convertido este momento de desaliento en ideal?
Incluso antes de ser un embrión, Shimshón se encuentra envuelto en el secreto. El ángel que anuncia su nacimiento es “vedado” (Capítulo 13, versículo 18). Su madre y su padre guardan su secreto al mundo. Incluso entre ellos no todo es revelado. La esposa de Manoaj le cuenta a su esposo Manoaj, por ejemplo, acerca de la prohibición del corte de cabello. No sólo secreto sino también la ansiedad y el miedo “morir, moriremos, porque hemos visto a Dios” (Capítulo 13, versículo 22).
El hombre envuelto en el mundo del secreto no encuentra esposa sino de las hijas de los pelishtim incircuncisos, y también aquí hay confidencialidad “Mas su padre y su madre no sabían que era designio del Eterno, y que él buscaba una ocasión contra los Pelishtim” (Capítulo 14, versículo 4). Su fuerza no tiene límite, él se impone al cachorro de león que le ruge y lo aleja cuando no tiene nada en su mano. Aún debe cubrir la cuestión de “no cortarse el pelo”-“Y no dijo nada a su padre ni a su madre de lo que había hecho” (Capítulo 14, versículo 6). Vive en un mundo feroz en el que aparentemente él lame miel, pero en su profundo interior-el hombre se recluye en su soledad profunda, sombría y triste.
¿A quién creemos que el hombre irá a ver en momentos de soledad, sino a la mujer que “es correcta a sus ojos”? (Capítulo 14, versículo 3). Pero no nos sorprendemos cuando resulta que no se encuentra allí. “He aquí que ni a mi padre ni a mi madre se lo he declarado; y ¿lo había de declarar a ti?” (Capítulo 14, versículo 16). El hombre se retira a un período de recuperación, o tal vez digamos de introspección, y entonces retorna a su hogar en busca de un poco de intimidad-de su esposa. Y he aquí que él descubre que el padre se la entregó a su compañero. Desde ese sentimiento traicionado, no hay límite para su deseo de vengarse, incluso si es a costa de trescientos zorros quemados que incendian los campos. ¿Acaso nos sorprenderemos de que a ese hombre se le haya prohibido beber vino? ¿Quién sabe cómo se hubiera comportado si se le hubiera permitido probar de la gota amarga?
¿Y tal vez habrá de encontrar el abrazo deseado en el seno de su pueblo? ¿Tal vez aquí, en el seno de la tribu que recibió la bendición de que “te loarán tus hermanos” y de la cual habrá de surgir un liderazgo sensato y conductor, habrá de lograr la inmunidad? Cuán grande es la decepción al ver que la tribu que debía estar a la cabeza-“Iehudá subirá”, logra reclutar en todo el libro Shoftim a 3000 combatientes, única y exclusivamente a fin de entregar a su hermano en manos del enemigo. ¿Tal vez, de todos modos, pueda sentir el sabor de la dulzura en el regazo de una mujer ramera, o junto a la primera mujer, en referencia a la cual está citado “se enamoró de una mujer” (Capítulo 16, versículo 4)? También aquí, el kafkiano de los jueces de Israel, se ve forzado a atrincherarse y no contar “dónde reside su fuerza”
Y he aquí que después de todo esto, llegamos a la escena importante y fuerte en la vida de este hombre trágico. Sus ojos fueron arrancados, él está apresado con cadenas, rodeado de una multitud que celebra en Beit Dagón. El gran público, 3.000 personas, al igual que el número de los varones de la tribu de Iehudá que lo entregaron en manos del enemigo, se congrega para la celebración más importante-la alegría de complacerse maliciosamente con el dolor y el momento difícil del otro. Tan solo en ese instante, el hombre “fuerte” busca algo para apoyarse-dos columnas y un Dios. Desde lo más profundo de la angustia traumática, cuando no tiene a su alcance otra cosa que el clamor a Dios. Tan solo en ese momento, al estar falto de todo, el héroe ya sin fuerzas, el hombre que a lo largo de toda su vida no pudo resistirse a la dulzura de una mujer, recuerda una fortaleza-el clamor a Dios. El mismo clamor que fue el pilar de la salvación a lo largo de todo el libro Shoftim, desapareció como si nunca hubiera existido, durante el período de Shimshón, el juez que fue reflejado en el relato más extenso del Tanaj. Tal vez, desde la expectativa acerca de cuándo finalmente habrá de llegar el clamor. Y he aquí que en los intensos momentos de desesperación-finalmente llega el clamor que será respondido por el Dios de retribución.
Este hombre, cuya vida está entrelazada con el hecho de ser una marioneta de Dios, al intentar superar al enemigo sin la ayuda del pueblo, se convierte en un arma en manos del Dios de retribución, en el último instante de su vida, en el momento culminante de la tragedia personal y nacional. Por cierto que las canciones son una cuestión de gusto-aquel que elige tomar de todo el Tanaj este momento desalentador, y convertirlo en un ideal, ciertamente va más allá de mi comprensión.
Sólo esta vez.
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