Mientras que en la Parashá anterior Shemini, la Torá se ha detenido sobre los Maajalot Asurot, los alimentos prohibidos, en esta Parashá como en la que viene se detiene la Torá sobre la Tumah, que impropiamente podría traducirse como impureza.
Es muy interesante analizar lo que la Torá nos quiere indicar con éste término, que debe ser totalmente diferenciado de los otros similares como Treifa, Isur o Psul, que significan "impureza ritual", es decir la no aptitud para ser utilizado o consumido.
La Tumah nos indica otra cosa, Tumah verbigracia es la del cadáver y los que lo han tocados Tumah es también la de ciertas enfermedades venéreas, y la de las secreciones sexuales en el hombre y la mujer (Nida y Tumat Keri).
En la Tumah están unidos principios higiénicos y morales, y todos aquellos detalles que parecen incomprensibles son los destinados a la Taharat Haneshama, es decir la pureza del alma. La Tumah reside allí mismo donde se encuentra su opuesto: la Kedusha, es decir la santidad, pues ella (Tumah) significa la victoria de la "materia sobre el espíritu". La Torá quiso evitar las influencias de la materia sobre el alma y para ello dio los Jukim, sus leyes que rigen lo permitido y lo prohibido.
En la "muerte" se encuentra la Tumah.
El hombre que mientras vive es la fuente de la SANTIDAD toda, al morir se transforma en Tumah. La causa es evidente; cuando el alma abandona al hombre, y este vuelve a ser únicamente materia, pierde toda su significación, y al contrario su influencia es nefasta. Es por ello que nada que hubiese mantenido contacto con un cadáver podía entrar al Beth Hamikdash, es decir al Santuario. Los Kohanim, los sacerdotes que hacían el servicio religioso ante Ds’ no pueden, a menos de tratarse de un familiar muy cercanos acercarse a él. La causa de esto es muy singular.
El Cohen debía servir principalmente al espíritu y no a la materia. Vemos aquí otra diferencia muy singular. Entre todos los pueblos, principalmente entre los antiguos, el Sacerdote era el intermediario entre el hombre y Ds’, y nadie podía penetrar en el "mundo futuro" en el Olam Haba sin antes obtener el correspondiente “permiso” de los sacerdotes. No interesaban los méritos que el hombre haya podido acumular, o los pecados cometidos, interesaba únicamente si algún sacerdote realizó o no una última ceremonia mística y misteriosa que en Egipto se realizaba solamente tomando en cuenta la posición económica del "interesado”.
La Torá por el contrario proclama que no existe en absoluto "guardianes" en el Paraíso y quien quiere, llegará a él. Según la Tora los Cohanim no podían en absoluto acercarse a los cadáveres, pues su misión residía en la vida y no en la muerte. El Olam Haba no se otorga gracias a ceremonias de Sacerdotes, sino a actos y Mitzvot propias. Vemos aquí también el deseo de la Torá de evitar influencias extrañas sobre el espíritu.
En la Parashá Tzaria, ordena la Torá que después del nacimiento de un hijo o hija debe la madre traer un sacrificio de agradecimiento al Señor, más eso solo luego de cierto periodo de tiempo, después del cual debe la madre ir al santuario.
Rabí Shimón Rafael Hirsh ve aquí nuevamente el principio sobre el cual nos hemos detenido antes. El periodo que la joven madre debe esperar equivale al periodo necesario para la desaparición de todos los dolores físicos. Y he aquí oculta, una profunda idea.
En el nacimiento, y alumbramiento no actúan sino fuerzas naturales es simplemente un producto de la acción de los procesos fisiológicos, todo parece reducirse a un simple proceso físico. Sin embargo la Torá nos ordena ver en todo esto un fondo moral trascendental, nos ordena ver a Ds’ que se esconde tras el velo de estos procesos mecánicos. La misión de la madre judía no es puramente fisiológica, es especialmente educativa. Por eso solamente después que todos los dolores materiales han desaparecido, debe la madre venir con su sacrificio al Santuario, recién entonces comienza su verdadera misión: la de educar al joven judío en la Senda de Israel. Nos elevamos pues nuevamente de la materia al espíritu.
La primera Mitzvá, el primer mandamiento en el judío es el BRIT MILÁ, es decir la circuncisión. En la circuncisión como en todas los Mitzvot se hallan concentrados los principales principios y bases del judaísmo. La circuncisión es un Brit, es decir una alianza, un pacto con Ds’ y con el pueblo de Israel. La señal distintiva del judío no es el nacimiento, sino el Brit Milá y por eso es de tal trascendencia en la Torá y la Halajá (Ley).
En la Parashá Tzaria vemos este precepto: "Y en el octavo día será circunciso" (Levítico XII, 3). La circuncisión simboliza la unión con Israel, con el pueblo entero y es junto con Shabat y los Tefilin uno de los tres Eidim, (testimonios) de la unión de Israel con Ds', es un testimonio inserto en el propio cuerpo humano. Es interesante observar por otra parte que la ciencia moderna ha demostrado el carácter higiénico de la circuncisión, ya que evita muchas graves enfermedades. Este hecho no es laico, sino pues toda una serie de principios higiénicos fueron corroborados por la ciencia (entre ellos la Shejita). Más es preciso saber que he aquí sólo la faz científica siendo para la Torá siempre lo primordial la faz moral y espiritual.
La Mila es un sacrificio, no en vano fue Abraham el mismo que pudo sobreponerse hasta el punto de querer sacrificar a su hijo Isaac, el primero que realizó este pacto con Ds', pero en este sacrificio vemos nuevamente la victoria del ESPÍRITU por sobre la MATERIA, es decir la KEDUSHA, Santidad. Y por ello es que la Mila, no debe ser un hecho meramente físico, sino que debe estar acompañado por la circuncisión del corazón, como dicen los profetas "y circuncidaran sus corazones", es decir los purificarán y dedicarán a mí, el señor su Ds’.
Al nacer un niño, debe la madre traer un sacrificio, que simboliza el agradecimiento a Ds’ y el reconocimiento del milagro, pues si bien he ahí hechos puramente físicos, tras de ello se oculta el Ds’ que está por encima de la Naturaleza.
El Rambam aplica esto a un gran problema que atormenta al género humano. Muchos científicos y profanos niegan la creación, pues no la entienden. El Judaísmo se basa en la creación Iesh MeAin, es decir que Ds’ creó al mundo sacándolo de la nada, creación que para muchos es incomprensible. El hombre desea escudriñar, averiguar el principio y el comienzo de todo, y muchos lo hacen proclamando que sólo existen leyes naturales que el mundo es eterno y solo hay cambio, pues todo el mundo se rigió siempre tal como está regido actualmente. Lo sobrenatural por ello no existe, y la creación como todos los principios religiosos son un mito.
El Rambam, uno de los más grandes, quizás el máximo, comentador e ideólogo del judaísmo nos trae sin embargo una interesante parábola. Imaginemos un hombre aislado alejado de la civilización que desea averiguar su pasado. Aquel ser conoce todo únicamente por su breve experiencia, y por ello se imagina que siempre fue su crecimiento tal como lo es ahora. No existió cambio, solamente crecimiento, y concluye por lo tanto que siempre poseyó la forma actual, pues cualquier otra teoría, sería absurda.
Sus conclusiones son aparentemente exactas, pero el error es evidente y nuestra única respuesta es la negación, y esto ocurre porque ha juzgado de acuerdo a su limitada experiencia, la misma manera el hombre que saca conclusiones basándose en la realidad actual y en sus experiencias materiales y quiere demostrar teorías o doctrinas comete un grave sofisma, pues nuestra experiencia es limitada y hay muchos problemas que escapan a nuestro alcance.
El hombre en relación a los problemas del Universo se halla pues como la Parábola Talmúdica nos relata, en la misma posición que el ingenuo niño que con su balde de juguete desea vaciar el inmenso océano. En todo y sobre todo se halla Ds’.
"Un hombre que tuviese en sí Seet o Sapajat o Baheret, elevación agregado, o brillo y se convertirá en sus carnes en un Nega, plaga o lesión, y sea traído a Aharón el Sacerdote. (Levítico XIII, 2).
La Tora es estudiada por nuestros Jajamim no solamente según su sentido literal, es decir el Pshat, sino también de acuerdo a la intención que encierra o idea que nos muestra: Remez, secreto o el principio que nos enseña: Sod, y como armazón a las ideas de nuestros sabios que han basado en semejanzas linguisticas o de idea: Drash. Estas cuatro Sendas Pshat, Remez, Drash, Sod, que con sus iniciales forman la palabra hebrea Pardes פרדס que significa jardín, son las sendas que nos deben guiar en el estudio de la Torá.
En este Pasuk (versículo), los Jajamim (Beer Maim Jaim), han aprovechado la singularidad del idioma y lo han tomado como base para expresar uno de sus magnos pensamientos. A pesar que el Pasuk trate de la lepra, nuestros sabios lo interpretan alegóricamente.
El hombre posee aptitudes insospechadas, nadie es capaz de sospechar las fuerzas magníficas que se hallan encerradas, fuerzas que Ds’ encerró en el. Pero estos poderes pueden ser utilizados por el hombre según su voluntad. El hombre tiene libre albedrío, puede elegir la senda del bien y del mal y puede utilizar sus aptitudes como quiera. Eso encierra el Pasuk: “Un hombre que tuviese elevación, agregado o brillo”, hay hombres dotados de cualidades excepcionales, elevación intelectual, dotes "agregadas" que lo elevan y lo hacen brillar por encima del hombre mediocre.
En cada hombre existen aptitudes secretas; pero esas aptitudes pueden ser usadas para el mal: "Y se convertirá en sus carnes en una plaga o lesión”, esa mismas aptitudes pueden ser utilizadas para hacer daño y mal, y entonces él se convierte en una plaga y une lésion pública. Su único remedio es “que sea traído al sacerdote”, es decir que al igual que el sacerdote dedique todas sus energías al bien, a la Torá y a Ds’. Vemos aquí lo mismo que resaltaba en un comienzo.
Allí donde se encuentra la SANTIDAD, la Kedusha, allí se encuentre su enemigo la Tumah y los Jajamim lo comparan como los dos lados del hombre, el derecho y el izquierdo, que siempre van juntos.
He aquí el máximo bien que Ds' ha dado el hombre: la Bejira Jofshit.
La libertad que el hombre tiene de elegir entre esto dos lados, el bien y el mal. Y los Jajamim nos muestran una singularidad ortográfica, que caracteriza al Lashon Hakodesh, al idioma sacro, al Hebreo. NEGA significa plaga, ONEG por el contrario, dicha y felicidad, y estas dos palabras נגע ענג se diferencian solo por la colocación de la letra Ain. En la dicha la Ain se halla en la derecha (es la Kedusha), en la “plaga", se halla en la izquierda (es la Tumah).
El hombre tiene el poder, dicen los Jajamim de convertir ONEG en NEGA, con solo permutar la AIN, es decir que tiene la libertad de elegir entre el bien y el mal. Por otra parte la derecha, la diestra simboliza la acción, la fuerza, mientras que la izquierda simboliza la debilidad; el hombre tiene el poder de la Revolución, puede caer débilmente ante la materia, o revolucionariamente, pues es necesaria la lucha, puede luchar y triunfar con el espíritu por sobre la materia. Puede elegir uno de los dos extremos, el bien y el mal y en sus manos está en transformar la plaga en felicidad, en ONEG.
Según la Tora no basta con liberarse del mal, hay que transformarlo en bien, las inmensas aptitudes que el hombre posee deben estar al servicio de Ds’.