El pueblo pone en duda la profecía de consolación y Yeshaiahu vuelve a aclararles que, en efecto, habrá una redención. ¿Cuál es la temática de la discusión-sobre la capacidad de Dios para redimirlos o acerca del interrogante si es que el pueblo merece ser redimido?
El capítulo 40 inicia un compilado de profecías de consolación que abordan el retorno a Tzión. Como tal, tiene fundamentos generales, a fin de comprender la viabilidad de la redención. A primera vista, puede ilustrarse la estructura del capítulo según la siguiente división:
La promesa del profeta de que es inminente la llegada de la redención.
La instalación de la duda (del pueblo, de Ierushalaim, de los pueblos) acerca de la posibilidad de redimir al pueblo, de sacar a los exiliados de los sitios en los que se asentaron, de reparar las ruinas de Ierushalaim, etc.
El esclarecimiento de que Dios es Todopoderoso, y que así como creó el mundo, así también puede sacar al prisionero de su celda y construir la Ierushalaim destruida.
Pero puede ser que sea posible la lectura del capítulo a otro nivel. Los versículos 21-22 les formulan una pregunta retórica a los dubitativos: “¿No quieren saber? ¿No quieren escuchar? ¿Nunca se los ha anunciado desde el principio? ¿No saben acaso, por quién fueron echados los cimientos de la tierra?. Es Aquel que está sentado sobre el círculo de la tierra, y los habitantes de ella (Le Son) como langostas: el que extiende, como cendal, los cielos, y los despliega como pabellón para habitación”.
Se puede entender el versículo como hemos comprendido el capítulo hasta el momento: así como Dios coloca los cimientos de la tierra, y Él se ubica por sobre ella y ve a sus habitantes como langostas, del mismo modo puede trasladar a un pueblo de un lugar a otro y construir una ciudad en ruinas.
Pero esta pregunta retórica puede ser leída como una pregunta ética, en lo concerniente a las formas que tiene Dios para manejar Su mundo-al llegar Iyov a un laberinto sin salida en su intento de comprender las formas de comportarse de Dios en Su mundo, Dios le responde con una pregunta: “¿Dónde estabas cuando Yo eché los cimientos de la tierra? Decláramelo, si posees inteligencia. ¿Quién le puso sus medidas, (ya sabes), o quién extendió sobre ella cordel?” (Iyov, capítulo 38, versículos 4-5). Cuando Dios estableció el mundo y definió las reglas, tú, Iyov, no estabas. Ninguna de las personas estaba en esa etapa del universo, y por consiguiente, la persona no puede juzgar la ética del mundo con sus herramientas humanas.
Si habremos de entender así el capítulo 40 de Yeshaiahu, pues entonces, el debate no girará en torno a la capacidad de Dios de traer de regreso a Israel del exilio, sino alrededor de un interrogante que, tal vez, preocupaba mucho más al pueblo: ¿Acaso el pueblo merece ser redimido? ¿Y por qué? Y aquí les responde el profeta: hay cosas que ustedes no comprenden. Aquel que creó el mundo y se sienta en su esfera adopta las decisiones, aún si los seres humanos no las comprenden, y les resulta difícil justificarlas: “Animen a Ierushalaim, y díganle a voces que se ha cumplido su servidumbre, que ha sido perdonada su iniquidad, porque ha recibido de mano del Señor el doble por todos sus pecados” (versículo 2).
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