En el episodio que abordaremos a continuación, no se registra una lucha egoísta entre dioses sino un enfrentamiento ético. La frase clave-“porque Yo honraré a los que Me honran, y los que Me menosprecian serán despreciados” (Capítulo 2, versículo 30) -es el móvil de todos los temas en el inicio del libro.
El dios filisteo, Dagón, representa todo aquello que los Pelishtim (filisteos) simbolizan para el hombre de Israel en esa época-un enemigo amargo y acérrimo. Y he aquí, en la escena de apertura tomada de la comedia de payasadas de tropezar con una cáscara de banana, el capítulo retrata al ídolo amenazante. Una y otra vez se arrodilla ante él contra su voluntad, hasta que al final se quiebra y se hace trizas. La victoria simbólica del arca del pacto cautivo, alegra y tranquiliza, casi es posible escuchar a las tribuna vitoreando y gritando “Sí! al igual que después de la conquista de un gol muy especial.
Aparentemente, el episodio es un capítulo de poder-detrás del cual se oculta el interrogante tan conocido: ¿El dios de quién es el más grande?. Esta ridiculización de la idolatría ya la encontramos en Ieshayahu, quien describe cómo el leñador divide el tronco del árbol en dos mitades. Con una mitad, se calienta, y ante la otra mitad con la que talla una estatua se arrodilla. El humor ha sido siempre el refugio de los judíos, y tal vez, de los débiles, en general. No se puede subestimar aquello que te concede fuerza, pero es dudoso que esta escena aporte mucho a nuestra dignidad.
Porque lo que sigue a continuación ya no causa gracia para nada. Los Pelishtim (filisteos) que no se convencieron de los fragmentos de payasadas, continúan subestimando el arca de Dios y la comedia se transforma en una película de tragedias: Dios castiga, y golpea a una tras otra a las ciudades filisteas con epidemias, temores y furia de muerte. El clamor de la gente asciende al cielo. El arca de Dios se convierte en una papa caliente de la cual todos quieren desprenderse, con la menor cantidad de quemaduras.
La historia del castigo a la gente de Beit Shemesh, del próximo capítulo, cierra esta serie de relatos, y deja claro que el episodio fue más serio de lo que pensábamos. No se trata aquí de luchas de ego entre los dioses sino de un enfrentamiento ético. No se registra una lucha egoísta entre dioses sino un enfrentamiento ético. La frase clave-“porque Yo honraré a los que Me honran, y los que Me menosprecian serán despreciados” (Capítulo 2, versículo 30)-es el móvil de todos los temas en el inicio del libro. La demanda de dignidad no está dirigida a los Pelishtim, sino principalmente, a los judíos hijos de Elí y sus continuadores que transformaron el Santuario y sus utensilios-el arca de Dios entre ellos- en accesorios destinados al beneficio personal de sus usuarios: usurpación, adulterio y victoria en la batalla.
Gentileza del sitio 929