Un profeta que conduce y otro que reprende

Un profeta que conduce y otro que reprende

Se requiere de un profeta para que conduzca al rey a su destino como fuera establecido por Dios, pero también se necesita un profeta que cada tanto equilibre los actos del rey y lo reprenda, cuando éste no cumple con lo ordenado por Dios.

En el capítulo 22 del libro Shmuel I, figura por primera vez, el profeta Gad. En la época de David también estaba el profeta Natán. ¿Por qué se requieren dos profetas? ¿Qué es lo que distingue a cada uno de ellos?

En las tres apariciones del profeta Gad, vemos que viene “desde un inicio”, y es el que conduce al rey David. En el capítulo 22 del libro Shmuel I, Gad le aconseja a David levantarse e irse de la fortaleza de Moab y encaminarse hacia la tierra de Iehudá, y a raíz de esta movida, transcurrido un tiempo, David habrá de ser coronado por la gente de Iehudá. En la segunda ocasión, tras pecar David en el tema del censo (Shmuel II, capitulo 24), Gad se presenta ante David tan solo después de que David reconoció su pecado ante Dios. El profeta Gad no lo reprende por sus actos, sino que le presenta una forma para expiar sus acciones. En la tercera oportunidad, Gad se presenta ante David con la demanda de adquirir la era de Aravna el Iebusí, a fin de erigir una Altar para Dios. Esta iniciativa, finalmente derivará en la construcción del Beit Hamikdash, el Gran Templo.

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A diferencia del profeta Gad, el profeta Natán no promueve iniciativas sino que reprende y frena el accionar de David. Sus profecías tenían  el propósito de cambiar la dirección del pensamiento o desviar a David de una idea a la otra. Así, por ejemplo, al solicitar David construir una casa permanente para el Arca (Shmuel II, capítulo 7), Natán se ve obligado a anunciarle a David que no podrá construir el Beit Hamikdash, el Gran Templo, y así aborta el pensamiento de David. En el episodio de Bat Sheva, Natán lo reprende a David tras el pecado con ella (Shmuel II, capítulo 12). Resulta interesante que sólo tras la aparición de Natán, la parábola del pobre y la oveja, y formulando duras acusaciones contra David, sólo en ese momento reconoce David que sus acciones representaban un pecado hacia Dios. Puede que David haya sentido que sus actos eran correctos y que su conciencia estaba limpia. Llegaron los conceptos del profeta Natán y cambiaron su parecer, al punto que no le quedó otra alternativa que reconocer su error. Elementos similares hemos encontrado también en la coronación de Adoniahu (Melajim I, capítulo 1). Puede que el silencio de David en lo concerniente a la movida de Adoniahu surgió a partir del pensamiento de que Adoniahu era más capaz que Shlomó para ocupar el trono. Una vez más, llegaron los conceptos del profeta Natán y modificaron la opinión de David.


Editado por el equipo del sitio del Tanaj

 

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