En una primera lectura, el relato que abordamos plantea numerosos interrogantes en lo concerniente a la naturaleza de los diversos personajes. Sólo en una segunda lectura, a través del esfuerzo y teniendo en cuenta los detalles, se aclara la naturaleza de dichos personajes. ¿Qué significa esto?
El relato que abordamos aviva múltiples preguntas, principalmente, porque en una lectura de corrido no siempre logramos comprender quiénes son “los buenos” y quiénes “los malos”. O en otras palabras, ¿en manos de quién se halla la palabra de Dios? ¿Cuál es la diferencia entre “el profeta” (en referencia al profeta de Beit El), “el profeta anciano” (cuya naturaleza no está clara) y “el varón de Dios” (que llega de Iehudá)?
Dicha dificultad se profundiza en el context del uso bíblico del nombre “profeta”, que en el Tanaj describe no solo a los profetas auténticos , sino también a los profetas falsos: “Cuando surgiere en medio de ti profeta” (Devarim, capítulo 13, versículo 2); “Ustedes, por tanto, no escuchen a vuestros profetas” (Irmiahu, capítulo 27, versículo 9); “Como los zorros en las ruinas, así han sido tus profetas, ¡oh Israel!” (Iejezkel, capítulo 13, versículo 4). No obstante, una lectura atenta del capítulo plantea que el texto es estricto en la diferenciación entre los diferentes apelativos, pero los exégetas se ven forzados a reiterar y enfatizar que el profeta anciano de Beit El es un profeta falso, ya que podemos llegar a comprender algo distinto.
Parece que se puede aprender que ambas lecturas son importantes y no debe saltearse aquella que nos deja con signos de pregunta. La importancia de la primera lectura, en la cual la identidad de los profetas no está clara y abre muchas incógnitas, se debe a que nos revela el desafío que tenemos por delante al venir a escuchar la voz del profeta. Son muchos los denominados profetas, y a veces, resulta difícil discernir entre aquel que posee la palabra de Dios, y aquel que profetiza desde sus pensamientos más íntimos.
Luego, necesitamos de una segunda lectura, esa que diferencia de un modo sistemático y preciso entre aquel que es “varón de Dios”, un apelativo reservado solo para los profetas verdaderos (Moshé, Shmuel, Eliahu, y otros) que tienen en su boca el mensaje Divino y de sus palabras se puede estudiar, y de aquel que no es así. A partir del esfuerzo y teniendo en cuenta los detalles y con sensibilidad textual podremos reconocer a los que traen con ellos la palabra de Dios. Un esfuerzo que aún continua y está vigente.
Cortesía sitio 929.