En tres lugares, el texto hace referencia al reino de Shlomó, y en cada ocasión, lo hace desde una perspectiva diferente. Una vez, desde el aspecto que heredó el reino de su padre David. La segunda, a partir de su capacidad de doblegar a sus competidores. Y ahora, al revelar su inteligencia y sabiduría al reorganizar el reino con un orden inteligente y práctico.
En la reorganización del sistema, Shlomó eliminó del gobierno centros de poder antiguos y desleales, que podrían haberlo molestado para tomar las riendas del gobierno, y vinculó, a través de lazos de lealtad, a los nuevos asignados con todos los ámbitos del gobierno. Por otro lado, Shlomó se cuidó de no conmocionar al antiguo regimen y mantener una continuidad estable. Shlomó promovió a los hijos de los ministros de su padre y acercó a los hijos de Tzadok y Natá como lo dijera en su sabiduría: “No abandones a tu amigo, ni al amigo de tu padre” (Mishlei, Proverbios, capítulo 27, versículo 10).
La inteligencia y sabiduría de Shlomó se manifestó en la organización de la administración, en el establecimiento de reglas administrativas que correspondieran a las necesidades del reino y de su dimensión. Su administración dividió el país en jurisdicciones, cuyos límites eran similares a los de las tribus, pero no eran idénticos ni dependían de ellas. El tribalismo se desvanece y el poder se centraliza.
Shlomó cumplió el principio de compartir la carga financiera y cada jurisdicción la asumió solamente durante un mes. A pesar de que los israelitas pagaban impuestos, en el período de apogeo de Shlomó no fue una servidumbre dura, sino una tarea de honor y grandeza.
Editado por el equipo del sitio del Tanaj, extraído del libro “Mikdash Melej-Iyunim beSefer Melajim”, de ediciones Midreshet HaGolán