Y Dios probó a Abraham

Y Dios probó a Abraham

COMENZAREMOS el estudio de esta sidrá con las cinco palabras del encabezamiento. Es sabida la pregunta que plantearon nuestros Sabios, desde la antigüedad hasta nuestra época, entre los que Rabenu Nisim logró exponer con la mayor sencillez:

La prueba demanda una explicación, pues es evidente que el Eterno no busca saber si el examinado resistirá la prueba, siendo que sabe todo con antelación y en El no cabe la duda (Discursos 6).

    Citaremos algunos de los intentos que fueron hechos por nuestros Sabios y exegetas. Comenzaremos con Rambám, en su Guía de los Descarriados III, 24:

Has de saber que todas las veces que en la Torá se trata de una prueba, ella tiene como único fin y significado hacer conocer a los hombres lo que deben hacer … La prueba consiste, por así decirlo, en la realización de cierto acto, no siendo la intención del acto en si mismo, sino el que sirva de ejemplo, que se aprenda y se actúe de acuerdo a él. Cuando está dicho: “Para saber si amáis …” (Devarim 13, 4) esto no dignifica: para que Dios lo sepa, pues El lo sabía ya, sino que se parece a este otro pasaje: “Para que sepáis que Yo soy el Señor que os santificó” (Shemot 32, 13), cuya interpretación es: para que sepan las naciones … el relato referente a Abraham en relación con el sacrificio de Yitzjak encierra dos grandes ideas, fundamentos de la Torá. La primera es hacernos saber hasta qué límite deben extenderse el amor y el temor de Dios. A Abraham se le ordenó que hiciera una cosa que no podría compararse ni con un sacrificio de dinero, ni aun con el sacrificio de la vida; era la cosa más extraordinaria que pueda ocurrir en la realidad … Figuraos un hombre estéril, animado de un deseo extraordinario de tener hijos, que posee gran fortuna y consideración, y que fue elegido para que su simiente se convierta en una nación. Le nació un hijo después de haber desesperado de tenerlo; ¡cómo será su amor y pasión por él! Sin embargo, por su temor a Dios y por su deseo de obedecer Su orden referente a su hijo amado, renunció a todo lo que había esperado de él y consistió en inmolarlo después de tres días de caminata. Que si hubiera querido cumplir la orden en el momento de recibirla, había sido su cumplimiento un acto precipitado e irreflexivo; pero, el hecho de haberla realizado varios días después de recibida la orden, fue el acto fruto de la reflexión y del pensamiento maduro; y a fin que la humanidad sepa qué debe hacerse por amor a Dios y por temor a El, abstracción hecha de toda esperanza de recompensa y de todo temor de castigo … Y lo que el ángel le dijo (Bereshit 22, 12): “Pues ahora conozco que tu eres temeroso de Dios”, ello significa: este acto, por el cual mereciste ser llamado: “el que teme a Dios con perfección” hará que la humanidad sepa hasta donde debe llegar el temor de Dios. Has de saber que esta idea fue confirmada y expuesta en la Torá, definiéndose su misión, y todo lo que comprende, órdenes y prohibiciones, promesas y valoraciones, en una sola: el temor de Dios. Ello es lo que está dicho: (Devarim 28, 58): “Si no guardares para cumplir todas las palabras de esta Torá, las que están escritas, en este libro, para que temas este Nombre glorioso y pavoroso …” Este es uno de los dos asuntos que enseña el holocausto de Yitzjak.

    El Gaón Saádia propuso, antes que Rambám, la misma explicación, tal como es citada por Rabí Abraham Ibn-Ezra:

                … Que la palabra “probó” nos enseña que quiso mostrar su virtud ante la humanidad.

    La crítica que hace Ibn-Ezra de esta concepción nos parece ingenua en su pretendido realismo:  “¿No sabía el Gaón que en el momento en que Abraham ligó a su hijo no están allí presentes ni sus servidores?” De esta manera quiso refutar la opinión de quienes vieron en la finalidad del “sacrificio” de Yitzjak una enseñanza, una lección, un ejemplo para todo el mundo. R. Yitzjak Arama replicó a esta opinión, en su obra “Akedat Yitzjak”:

En verdad, considerando que esta prueba fue relatada por la Ley Divina en testimonio fiel de Dios … es como si habría tenido lugar en presencia de todo Israel – pasado, presente y futuro – persona alguna dejó de ver, es una verdadera visión profética, la grandiosidad de esta prueba y la autoridad y la fe poderosa que comporta, hasta el punto que su verdad ha quedado arraigada en el corazón de todos los seres humanos.

    Abravanel sigue la misma línea – la prueba está destinada a ser un acto edificante para toda la humanidad:

Esta prueba que tiene por objeto un exámen que permita a Dios conocer algo que ignora. El término “probó” se deriva de la raíz “nes” (estandarte, bandera, milagro). Este acto maravilloso que Abraham ejecutó obedeciendo la orden de Dios se yergue como una bandera para las naciones, tremola alta y orgullosa; ¡Para que los pueblos se tornen y la miren!

    Mas la debilidad de esta explicación reside en el hecho que reemplaza el sentido de “Examen” que tiene aquí el término Nisá por el de “enarbolar”, exponer a la vista de todos, significado que tiene el término en el salmo 60, versículo 6: “A los que temen, darás una bandera para que sea alzada”, pero, tal explicación no armoniza con la totalidad del relato y tampoco con la expresión “pues ahora conozco” (versículo 12). Los comentaristas siguientes adoptaron un método diferente para resolver esta dificultad. R. Yosef Albo, en su obra “Sefer Ha-ikarim” (El Libro de los principios) 5, 13, dice:

Si preguntas: Siendo que el Eterno sabe con anticipación si resistirá la prueba o no … ¿para qué son necesarios todos estos sufrimientos? La respuesta es, que seria injusto que aquel que sufre, pena y se esfuerza realmente, obtenga la misma recompensa que aquel que no sufrió efectivamente. A propósito de esto fue dicho: “No se alabe al que se ciñe (las armas = como el que se las desciñe” (Melajim I, 20, 11). No conviene el vanagloriarse a quien no ha demostrado efectivamente su bravura, aún cuando está preparado a demostrarla y está equipado, pero sí conviene a aquel que ya ha demostrado efectivamente su bravura y se ha desceñido el cinturón. Es así que numerosas veces el Eterno impone sufrimientos a los justos para acostumbrarlos; para que armonicen la buena acción con la buena intención; porque es en base a la acción que su corazón se fortalecerá en el amor de Dios, pues la virtud correspondiente se inculca más fuertemente con la práctica que sin ella … denominándose el hábito en el obrar: “prueba”.

    También Albo se aparta un poco de la acepción corriente de la palabra, al no interpretar la prueba como un examen, según lo hicieron diversos traductores:

                Traducción del Rey Jaime I: God did tempt Abraham

                Traducción revisada: God did prove Abraham

                Traducción sinodal: Dieu éprouva Abraham

                Buber-Rosenzweig: Gott prüfte Abraham

sino que la interpreta como una adquisición de experiencia (Erfahrung) en el obrar. Mas tampoco éste parece ser el sentido del texto.

    Rambán, de quien se derivan todos los exegetas de este grupo, explica no obstante este pasaje, sin modificar el sentido de los términos “prueba” y “probó”, en Bereshit 22, 1:

Opino que la prueba – concebido el hombre como gozando de libre albedrío, que si quiere obra y si no quiere no obra – es tal para el probado,  mas la parte de Dios en la prueba consiste en hacer real lo potencial, a fin de que la recompensa no sea otorgada sólo en mérito a la buena intención,  sino también en mérito a la buena acción.

Has de saber que Dios prueba al justo sabiendo que hará Su voluntad; por tal motivo, a fin de hacerlo meritorio lo probará, mas no someterá a prueba a los malvados, que no Le obedecerán. Y he aquí, que todas las pruebas mencionadas en la Torá, lo fueron para bien del sometido a la prueba.

Hemos visto que el segundo grupo concuerda con el primero en que la prueba no es una necesidad de Dios, pues El “sondea las entrañas y el corazón”. Pero, se diferencia de Rambám y de los que le siguen, en que ve el propósito de la prueba como una causa  de beneficio para el examinado, a quien se le ofrece una oportunidad para superarse espiritualmente, de adquirir dominio de si mismo, de azuzar el instinto del bien con el instinto del mal y de exteriorizar la luz oculta en él.

    Rambán agrega de paso quien es la persona apta para ser probada: hay en esto una tentativa de solucionar el problema de la teodicea – un justo que sufre. Esto se refiere, sin duda a pruebas especiales, incomparables en su gravedad con las pruebas corrientes. Pero en cuanto a las pruebas habituales, dice Rambán en Shemot 20, 17:

El amo prueba a veces a su siervo con una labor pesada para saber si la sobrellevará por su amor, y a veces lo beneficiará para saber si le devolverá bien por bien, tal como dijeron nuestros sabios: (Shemot Rabá 31, 2) “Feliz el hombre que sale exitoso de la prueba, pues no hay en el mundo criatura que no sea puesta a prueba por Dios: El rico, para saber si es generoso con el pobre, y el pobre, para saber si es capaz de recibir su sufrimiento sin rebelarse.

    Después de haber tratado de aclarar la finalidad de la prueba, en suma, de toda prueba a la que Dios somete al hombre, reflexionemos ahora sobre esta prueba, motivo de la lección. Tratemos de comprender el holocausto de Yitzjak. ¿En qué consistió la prueba que Abraham tuvo que sobrellevar y en mérito a qué salió exitoso de la prueba? Comenzaremos viendo el comentario de nuestros Sabios en el versículo siguiente:

            Y aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham.                       22

    En el Talmud, tratado Sanhedrin 89b, leemos:

¿Qué significa “después”? Dijo Rabí Yojanán: en nombre de R. Yosi ben Zimra: Después de las palabras del Satán; tal cual está escrito (Bereshit 21, 8): “Y creció el niño y fue destetado, e hizo Abraham un gran banquete”, El Satán dirigióse al Santo, alabado sea: “¡Señor del Universo! ¿Este anciano a quien has agraciado con un hijo a la edad de cien años, de todo el banquete no podía haberte ofrendado en sacrificio una tórtola o una paloma?” Respondióle: “¿Acaso lo hizo sólo por su hijo? Si Yo le pidiera: Sacrifica a tu hijo, el lo hará de inmediato”. Y a continuación: “Probó Dios a Abraham”.

    La clave para la comprensión de este pasaje está en el dicho de Resh Lakish, Bava Batrá 16a: “El Satán es el instinto del mal”. La inclinación al mal que hay en los hombres, tanto los de nuestro pueblo, como de otros pueblos es la que exige saber porque Abraham mereció ser elegido de Dios. ¿Cuales fueron su méritos? ¿En que consistió su abnegación y su fervor? R. Yosí ben Zimra ve en el episodio del holocausto de Yitzjak una respuesta a estas preguntas.

    Veamos otras opiniones acerca de este acto. Dijo R. Yosef Albo en su obra filosófica Sefer Haikarim 3, 36:

El hombre no será alabado ni reprobado por una acción que ejecutó obligadamente, pero sí lo será, por la acción que realizó por su libre y exclusiva decisión. Por tal motivo fue alabado Abraham, debido a su amor a Dios hasta el punto de ser denominado en las Escrituras (Yeshaya 41, 8): “Mi amigo Abraham”, pues no tenía en su corazón otro propósito que el hacer Su voluntad y no hubo ninguna necesidad que lo obligara a sacrificar a su hijo – ni siquiera hubo una orden expresa de Dios que lo obligara a ello. Nuestros Sabios expresan esta idea en su comentario al versículo: “y denominó Abraham aquel lugar “Hashem yireh” – (=Dios verá). Abraham dijo: “Señor del Universo, Te es claro y evidente que cuando me dijiste: ‘Toma a tu hijo Yitzjak, a tu único, a quien amas y ofrécemelo en holocausto’, pude haber dicho: Pero ya me has dicho: ‘Porque en Itzjak será llamada tu simiente’, pero yo no dije así sino que dominé mi piedad y no inquirí el porqué de tus procederes”.

Resulta explícito de este comentario de nuestros Sabios que Abraham no estaba obligado ni siquiera por un mandato de Dios, pues habría podido excusarse con un argumento valedero, si así lo habría querido, pero no lo hizo, sino que dominó, por su amor a Dios, su piedad paterna. Esta es la razón por la que el mérito del holocausto no es atribuido a Yitzjak sino a Abraham, pues éste podría haberse excusado a fin de no sacrificar a su hijo, mientras que éste, que tenía 37 años, no habría podido excusarse si le habría sido ordenado sacrificarse.

Este es también el motivo por el que el sacrificio de Abraham es mencionado mucho más que el sacrificio de mártires tales como Rabí Akiva y sus compañeros y de otros mártires de nuestra historia; porque ellos lo hicieron para cumplir con el precepto que ordena santificar el nombre de Dios (Vayikra 22, 32) pero Abraham no estaba obligado por ningún mandamiento divino, y estaba plenamente consciente de lo que hacía, pues transcurrieron más de tres días desde que le fue dicho: “Toma a tu hijo” hasta el momento del holocausto.

El acto plenamente libre es realizado sin que nada le pese ni le obstaculice y, sin embargo, decide obrar tal como lo hizo.

    R. Albo ve la grandeza de Abraham en el libre albedrío absoluto del que gozó cuando ejecutó su acto. Nada lo coercía cuando ejecutó su acto. Nada lo coercía cuando obró. Ningún factor externo ni amenazas ni exaltación.

    Tampoco había una obligación íntima, la de quien sabe que recibió una orden que debe cumplir. Abraham no se vio obligado por un mandato supremo; no se dirigió al holocausto como quien dice: “Me ha sido impuesta una orden y la cumpliré. Este es mi deber y lo haré”, por lo que Albo insiste: “Pues ni siquiera una orden divina lo obligaba”. En cada momento de estos tres días podía haberse excusado y vuelto: “Pero Tu me has dicho: ‘En Yitzjak te será llamada simiente”. Mas él no lo hizo. Esto es lo que lo distingue de todos los mártires de la historia judía, pues ellos actuaron en cumplimiento del precepto de ofrendar la vida antes de transgredir la voluntad de Dios. Abraham realizó el sacrificio, porque, como Albo lo señala: “ninguna otra finalidad existía en su corazón sino hacer la voluntad de Dios”.

            Pero, aún hay motivo suficiente para que Satán, que lo acusó con anterioridad al holocausto vuelva a acusarlo nuevamente: “Es verdad, Abraham demostró que no le falta abnegación ni devoción para cumplir con la voluntad de su Creador, pero, también los adoradores de Moloj demostraron la misma abnegación al ofrendar a sus hijos. ¿En qué era más meritorio el acto de Abraham? La respuesta puede ser: Abraham obró impulsado por el amor – los idólatras por el temor, pues querían apaciguar y sobornar a su ídolo para evitar un peligro – mas Abraham obró sin estar acuciado por ninguna posible recompensa, pues para quien nada tenía valor cuando aun no tenía descendencia – (¡Señor! = Qué me darás cuando ando sin hijo?) - ¿Qué valor podía tener una recompensa después de haberlo sacrificado? Una respuesta diferente dio el Rabino Kuk, de bendita memoria, que vio signos de la búsqueda de la verdad incluso en la tenebrosidad de la idolatría, en la que vio almas perplejas que bregan por la comunión con su Creador. En una de sus cartas abordó este tema (Epistolario del Rabino Kuk tomo II, 43):

 La dedicación absoluta – típica de la idolatría, en la que el hombre primitivo vio la manifestación de su concepción del mundo, ahogó también su piedad paternal e hizo de la crueldad hacia sus hijos el signo de su adoración del Moloj – tuvo como fuente una convicción interna y oculta, que lo Divino es superior a cualquier otro valor y que todo lo que admirable y amable es como si nada ante El.

Cuando la luz divina debió hacer su aparición en toda su pureza, lo hizo con toda intensidad en la prueba del holocausto de Abraham, que demostró convincentemente que la dedicación a lo divino no debe revestirse con formas abominables como los de la idolatría, en la que se pierde por completo la chispa de la bondad divina, sino que también puede asumir formas puras (aunque la imaginación primitiva no puede ser elevada a la altura por falta de un estímulo material en un plano más humano). Está demás decir cuánto iluminó los caminos del hombre, cuánto reformó la vida de la sociedad y hasta que punto otorgó al espíritu humano una base firme en relación con sus aspiraciones eternas … Todos estos asuntos son evidentes. Lo que distinguió, por sobre todo, al acto del holocausto fue que la dedicación absoluta que implica la comunión con Dios, en un plano espiritual más elevado, no es menos extática. La posibilidad de tal superación quedó demostrada con la decisión de Abraham de sacrificar a su hijo. Esta prueba instituyó una ley natural para todas las generaciones de la humanidad. Aún la más refinada comunión, realizada en un plano que trasciende toda percepción grosera, puede penetrar en los rincones más ocultos del corazón. Sino hubiera sido por esto, la humanidad habría quedado estancada en los sentimientos salvajes y tenebrosos, aún cuando laten con vigor en relación con la divinidad o, en una espiritualidad fría, algo purificada, desprovista de la calidad de la vida vivida con toda profundidad.

             En un mundo en el que rige una concepción antropomorfa sensible y grosera de la divinidad; en un mundo en el que el sentimiento de añoranza por Dios no fue purificado aún por una conciencia clara y lúcida – ardió sin frenos el entusiasmo religioso llegando a la entrega de todo lo caro y deseado, teniendo “como fuente una convicción interna y oculta, que lo Divino es superior a cualquier valor y que todo lo que es admirable y amable es como si nada ante El”.

    La gran pregunta que el paganismo hubiera podido plantear a Abraham habría sido: ¿Podría existir el deseo de la proximidad de Dios en un mundo en el que no impere el sentimiento oscuro, indefinido? ¿En un mundo en el que el deseo de aproximarse a Dios sea acrisolado y purificado mediante la conciencia clara, por la pureza del pensamiento claro? ¿Podría existir la devoción ardiente, en todo su vigor, en un mundo limpio y “frío”?, en otros términos: ¿Necesita la humanidad representaciones materiales, concepciones oscuras – a fin de fortalecer en el corazón el deseo de la proximidad de Dios? ¿Podrá también un acto plenamente consciente llevar al hombre a un amor íntegro por Dios”

    El Rabino Kuk continúa refiriéndose a la contribución que hicieron las grandes personalidades de las Escrituras para la elevación del espíritu humano, el abrir el camino hacia la identificación con Dios. En su comentario al sacrificio de Yitzjak dice:

 Cuán maravillosa es nuestra oración que recuerda el mérito del primer patriarca, que luchó contra la barbarie emocional en la esfera de lo divino. El único y poco mérito de la idolatría residía en su popularidad, en su penetrar hasta lo más recóndito del corazón, cualidades de la que los paganos decían que la cultura humana no podría si ellas, porque afirmaban que una concepción pura de la divinidad es demasiado elevada para ser alimento espiritual para la multitud de naciones. Apareció el padre de la “multitud de naciones” y mostró el camino. No importa cuán hondo descendió la humanidad – siempre hay lugar para que la alcance la luz pura. El sacrificio de Yitzjak es recordado con piedad por sus descendientes, en todas las generaciones.

 Tomado de: “Reflexiones sobre la Parasha”, Prof. Nejama Leibovitz, publicado por el Departamento de Educación y Cultura Religiosa para la Diáspora de la  Organización Sionista Mundial, Jerusalén, 1986  Págs. 24 - 32.

 

 

 

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