A veces, el mandamiento divino es incómodo. El costo por su incumplimiento lo pagamos en la continuidad. Pregúntenle a aquellos que vivieron en la época de los Jueces.
Dos tribus y media respondieron al desafío de la herencia, y también ello en forma parcial. Pasamos a explicar: como lo recordarán, dos tribus y media se asentaron en la ribera oriental del Iardén (Jordán) (Reubén, Gad y media tribu de Menashé); entre las nueve tribus y media que ingresaron a la tierra-sólo las tribus de Efraim, Iehudá y media tribu de Menashé no se relajaron, y comenzaron con el gran emprendimiento del asentamiento. En nuestro capítulo estudiamos acerca de la heredad de la tribu de Efraim que se halla concretamente en el centro de la tierra de Israel: en la continuidad, la tribu de Biniamín se habrá de asentar en el mismo centro de la tierra, al sur de esa zona lo hará la tribu de Iehudá, y la tribu de Efraim (acerca de la cual leemos en el capítulo) al norte de ese sitio. Es un gran mérito el de obedecer al mandamiento de heredar la tierra, y el texto lo destaca en forma positiva.
No obstante, el texto también anuncia que se están sembrando las semillas de calamidad que luego darán lugar a las crisis del libro Shoftim (Jueces): algunas de las ciudades cananeas, con su cultura diametralmente opuesta a la realidad del pueblo de Israel en su tierra, se mantuvieron intactas, y tan solo debían pagar un impuesto. A lo largo del libro Devarim (Deuteronomio) estudiamos que la Torá contempla la cultura cananea como la mayor amenaza para la concreción del destino del pueblo de Israel en la tierra, y por consiguiente fue prohibida la permanencia de esas ciudades en la tierra. Sin embargo, en la práctica, numerosas ciudades se mantuvieron intactas en su lugar, por diversos intereses de las tribus herederas, y ello representó en la continuidad el imán que desarraigó al pueblo de Israel de su fidelidad hacia Dios, y lo confundió dentro del seductor espacio cananeo. Por tanto, debemos comprender lo que nos enseña el capítulo: tanto la grandeza de la cristalización de la herencia de la tierra, como la negligencia y la preferencia de los intereses temporales por sobre el pacto con Dios.
Gentileza del sitio 929.