En nuestro capítulo puede verse la intensidad de la espiritualidad que puede llegar a derivar en ofrecer el sacrificio de fuego extraño y la muerte. En la diáspora la espiritualidad se ha reducido y han tomado forma los límites y la rigurosidad halájica. Con el retorno a la tierra de Israel vuelve a despertar la espiritualidad, pero debemos preservar los límites.
Existe en la espiritualidad un gran peligro: el peligro de la destrucción. Así como estudiamos que la “fuerza destruye” y “que todo aquel que se encuentre en un nivel superior al de su amigo su instinto también es más grande (Tratado de Sucá, 52, carilla 1), la intensidad de la espiritualidad puede derivar en distorsión y destrucción.
La época del Tanaj es conocida como un período sumamente elevado a nivel espiritual, pero también es notoria por los pecados que figuran en el, y en particular, los pecados relacionados con el derramamiento de sangre, el incesto y el paganismo. Dichos graves pecados, que surgieron a partir del poder emocional y la imaginación salvaje, son el lado oscuro de la espiritualidad. El Talmud señala (Tratado de Iomá, 69, carilla 2) que el instinto del paganismo surgió del Kodesh Hakodashim (Santo Sanctorum), o sea que la propia idolatría es una espiritualidad que se pervirtió. También en la actualidad el fenómeno es muy conocido: un gurú que se transformó de un maestro guía espiritual en una persona que aprovecha a sus fieles para su culto personal. La espiritualidad, a la par de su aspecto positivo y bello, no está inmune de peligros y situaciones negativas. En situaciones determinadas puede derivar en ellas.
El Rabino Kuk vio en la destrucción del Beit Hamikdash (Gran Templo) y en el cese de la profecía un proceso más profundo que un castigo público.La disminución de las llamas espirituales y la sequía de los manantiales de la profecía hicieron posible el dominio de las distorsiones espirituales y de ese modo, poder reconstruirnos. La espiritualidad ha tropezado con problemas de falta de límites y falta de disciplina, y el lidiar con esas problemáticas está relacionado con el hecho de darle forma a los límites y preservar una disciplina interna haciendo hincapié en el cuidado de los límites de la Halajá.Si la figura característica del primer Gran Templo en Ierushalaim es la del profeta, he aquí que en la época posterior, el Sabio, el erudito de la Halajá y el estudio, se convirtió en la figura dominante. En la realidad ideal pueden incluirse estas dos características en forma conjunta y combinarlas, pero se trata de una tarea para nada fácil (Orot, páginas 120-121).
Numerosos movimientos en la historia del pueblo de Israel solicitaron restituir el pilar espiritual al centro de la arena-el cristianismo, el sabateísmo y el frankismo-pero dichos intentos carecían de disciplina en la observancia de los preceptos, y finalmente salieron del seno del judaísmo. El movimiento jasídico logró promover un despertar espiritual y el resurgimiento de la vivencia y el sentimiento religioso, en parte por no haber renunciado a la disciplina halájica y al compromiso.
Actualmente, con el retorno a la tierra, a la vida y a la naturalidad, tiene lugar también un retorno a la espiritualidad, pero ésta debe darse a partir de la preservación de las cualidades construidas arduamente durante miles de años, ya que de no ser así, la rueda puede llegar a retroceder.
Editado por el equipo del sitio del Tanaj del libro "Lehitorer leiom jadash: kriá mitjadeshet shel haTorá veshel jaJaim" ("Despertar a un nuevo día: una lectura renovada de la Torá y de la vida"), publicado por Maguid.