Oportunamente demostramos que las normas relativas al leproso no son reglas sanitarias, ya que la Torá no trata dicha enfermedad desde el punto de vista médico. Ella considera esta afección como símbolo de la violación de las relaciones entre Dios y el hombre.
Los Sabios establecieron - principalmente en base a los ejemplos que citamos - que esa lepra representa el castigo al pecado de la murmuración. Citaremos sus palabras en el Talmud tratado Arajín 15b:
Dijo Rabí Yojanán en nombre de Rabí Yosí ben Zimrá: El que murmura será considerado hereje, como leemos (Tehilim 12, 5): "Los cuales dicen: 'Con nuestra lengua prevaleceremos nuestros labios están con nosotros; ¿quién es señor de nosotros?. También dijo Rabí Yosí ben Zimrá: El castigo del murmurador es la lepra... Dijo Rabí Shimeón ben Lakish: ¿Como entendemos la expresión: "Esta será la ley tocante al leproso"? Debemos leer: “Esta es la ley tocante al calumniador" (En el original hebreo "calumniador" = motzí shem rá, contiene las letras que forman el vocablo metzorá=leproso).
Pero en la presente lección trataremos de comprender el motivo por el cual han visto los Sabios, en el pecado de la mala lengua, la causa del castigo de la lepra. Antes que nada observaremos las palabras maravillosamente simples pero a la vez profundas que aparecen en el Midrash Vayikrá Rabá 18 2:
Esta será la ley tocante al leproso - referido a ésto leemos (Tehilim 34, 13-14): "¿Quién es el hombre que desea la vida, que codicia (muchos) días en que vea el bien? ¡Guarda tu lengua de mal, y tus labios de hablar engaño!"
Cuéntase de un vendedor ambulante que visitaba las aldeas cercanas a Chipre anunciando: ¿Quién quiere comprar el ungüento de la vida? Todos se apresuraban a comprar lo que ofrecía. R. Yannai estaba en esos momentos estudiando en su residencia, al escuchar le dijo (al vendedor): Por favor, sube y véndeme tu mercancía.
Respondióle: Ni tú ni tus iguales necesitan este producto.
Al insistirle éste mucho, subió (el vendedor a la casa de R. Yannai), extrajo el libro Tehilím, y le señaló el versículo: "¿Quién es el hombre que desea la vida ... ?" - ¿Que leemos a continuación? - "¡Guarda tu lengua de mal ...!”
Dijo entonces R. Yannai: Toda mi vida he leído este versículo y no me di cuenta ¡cuán simple es su significado! Hasta que este vendedor ambulante vino y anunció: "Quien es el hombre que desea la vida . . ." Es por ello que Moshé advierte a los israelitas y les dice: "Esta será la ley tocante al leproso", es decir: la ley tocante al calumniador. (Ver observación entre paréntesis en el trozo citado del tratado Arajín 15b.)
¿Qué nos enseña este Midrash? ¿Cual es lo novedoso que aprendió R. Yannaí de boca del vendedor ambulante? ¿Es posible, que en toda su vida no alcanzó a comprender "cuan simple es su significado”? Observaremos con atención lo que nos dicen los versículos con referencia a nuestro tema:
¿Quién es el hombre que desea la vida, que codicia (muchos) días en que vea el bien? Tehilim 34, 13
¡Guarda tu lengua de mal, y tus labios de hablar engaño! 34,14
¡Apártate del mal, y obra el bien; busca la paz, y síguela! 34,15
A estos tres versículos consideró R. Yannaí como una unidad. Al interrogante que plantea el verso 13, la esencia de la verdadera felicidad, de la vida que tiene un sentido, en la cual el hombre podrá "ver el bien", creyó R. Yannaí encontrar una respuesta en los versos 14 y 15. Creyó que sólo aquél que alcanza el grado descrito en el verso 15, quien cumple en todos los aspectos de la vida el "apártate del mal, y obra el bien", es decir todas las normas y todos los preceptos ordenados por la Torá, en lo general y en lo particular, sólo aquél alcanzará la pretensión del versículo 13. He aquí que el ambulante le expuso remedio mucho más simple. Le enseñó que con mucho menos puede alcanzar el goce de la "vida", lograr "(muchos) días en que vea el bien", y ello con el sólo cumplimiento del verso 14. Con que solamente guarde su lengua de mal, ya se le ha de cumplir lo prometido en el verso 13, ya ha de gozar de la vida y del bien.
¿Realmente debemos considerar el cuidado de la lengua como lo más grave? Debemos responder afirmativamente, ya que el don del habla es lo que distingue al racional del irracional. Filósofos, psicólogos y poetas, describieron, analizaron y explicaron la característica, valor y belleza de este instrumento con el cual el hombre fué dotado; como medio de expresión, para poder transmitir los valores espirituales a las generaciones posteriores, y como instrumento de relación entre el individuo y la sociedad. Pero de servirse de este medio para sembrar la discordia entre los individuos (lo que provoca, después de todo, el calumniador y murmurador), éste se excluye de la sociedad.
Quizás ahora comprendamos mejor los detalles de las normas dictadas en nuestra parashá. Rashí que se abstuvo - en los capítulos referentes al Tabernáculo y a las normas que rigen los sacrificios sacros - a ofrecer explicaciones alegóricas, dejando sin explicación el simbolismo de los utensilios del Tabernáculo, y las alusiones de las ofrendas y sacrificios como también de sus ordenamientos, no se abstuvo, sin embargo, en nuestra parashá de considerar la relación causal entre el leproso y el calumniador o murmurador.
Rashí, Vayikrá 14, 4, sobre "puras":
Por causa que las llagas aparecen en castigo de las conversaciones calumniadoras, producto de la charlatanería, se dispuso la purificación con aves quienes también parletean constantemente con el silbido de su voz.
Sobre "madera de cedro":
Porque las llagas aparecen en castigo de la arrogancia
Sobre "tela carmesí e hisopo":
¿Con qué remedio ha de curarse? Que se humille y rebaje su altivez como la culebra (en el original hebreo constituye el homófono de carmesí, por ser la sangre de la culebra de ese color) y el hisopo.
Con mayores pormenores explicaron estos conceptos el autor del Séfer Hajínuj y más tarde R. Shimshón Rafael Hirsch.
Séfer Hajínuj, Precepto 173 (Purificación de la Lepra):
Consideraremos ciertas alusiones que surgen de los pormenores de la purificación del leproso, puesto que los Sabios nos explicaron - desde el punto de vista de la interpretación simple y llana - que su objeto consiste en inculcar en el alma del leproso, que si fue - antes del padecimiento de esta enfermedad - arrogante y orgulloso como el cedro, que es un árbol altivo, se humille y rebaje a la altura del hisopo. Explicaron el motivo de las aveciIlas diciendo: "él se condujo como un parlote" - se extendió en su palabrerío calumniando y murmurando - "por ello ha de ofrendar avecillas, que constantemente silban". En cuanto a la tela de carmesí, no tengo conocimiento que los Sabios hayan dado explicación alguna. Posiblemente es una señal de humillación; originándose en la alusión al homófono culebra (en el original hebreo). El motivo del agua, que ha de purificar a todos los impuros, pienso utilizando la interpretación lisa y llana, que indica que el individuo ha de considerarse después de la sumersión, como si sería creado en ese momento, tal como el mundo que era todo agua, previa la creación del hombre, como leemos (Bereshit 1, 2):” . . . se cernía sobre la faz de las aguas"; y para que medite que de la misma manera que renovó su cuerpo, ha de renovar sus acciones para bien, apropiar sus obras y prestar atención en las sendas divinas ... Y el que acepte (este motivo), que lo acepte; y quien prefiera abstenerse de él - que se abstenga.
R. Shimshón Rafael Hirsch (en su comentario a la Torá, escrito en alemán)
El carácter asocial simbolizado por el pájaro - libre por antonomasia - que no acepta autoridad ni disciplina alguna, se destaca aquí contrastando el carácter social de quien expresa su voluntad de retornar, de volver a ceñirse a la sociedad humana, la cual está edificada sobre fundamentos sociales. Es la antinomia entre el "animal salvaje" y el "hombre civilizado".
Este retorno a la sociedad está condicionado al cumplimiento del precepto que indica que ha de "degollar una de las avecillas", lo cual significa que el hombre ha de someter con todo su vigor los instintos irreprimidos al yugo de la voluntad humana, poderosamente reprendiente.
Madera de cedro e hisopo - el mayor y el menor en la escala vegetal - simbolizan a todo el reino vegetal. Mientras que la tela de carmesí - lana teñida con la sangre de la culebra - ("el mamífero y el reptil”) el mayor y el menor de su respectiva escala, simbolizan el concepto de la vida orgánica del vegetal y del animal en el campo, precisamente donde le fue decretado al leproso morar hasta ahora, debido a su carácter asocial. Junto a esos símbolos acompañarán la avecilla viva, pájaro de la libertad; el animal irreprimido, que vive de acuerdo a sus instintos (y no a su libre albedrío) debe ocupar su lugar en el seno del reino animal - vegetal de la naturaleza orgánica.
Rociará siete veces, para advertir a quien fue aislado en el campo - con el fin que more solitario entre animales y vegetales - para que se esfuerce repetidas veces, con todo su poder, hasta purificarse finalmente, y poder retornar y ser considerado miembro fiel de la congregación humana.
Hemos estudiado la gravedad de la murmuración y la calumnia de acuerdo al Pentateuco. Pero si hemos de dirigir nuestra mirada a los Profetas o a las Escrituras, veremos que en ellos se califican los pecados de la lengua con mayor seriedad y gravedad, como subvertidotes de la mantención del orden social. Cuando Yirmeyá quiso recalcar la corrupción de su generación, ¿sobre qué insistió más?
Guardaos cada uno de su prójimo, y ninguno confíe en su hermano; porque todo hermano seguramente engañará, y todo prójimo andará chismeando. Yirmeyá 9, 3
Engañan cada cual a su prójimo, y no dicen la verdad:
han avezado sus lenguas a hablar mentiras; han agotado sus
fuerzas con sus iniquitudes. 9, 4
Más aún, considera el autor de Tehilim que son peores los individuos de lengua engañosa (cap. 120), símbolo de la maldad, que los matones y pendencieros.
Cada uno habla mentira con su prójimo; hablan con labios lisonjeros y con doblez de corazón. Tehilim 12, 3
Destruya el Señor todos los labios lisonjeros, a la lengua que habla jactancias; 12,4
los cuales dicen: "Con nuestra lengua prevaleceremos; nuestros labios están con nosotros; ¿quién es señor de nosotros?" 12,5
Esa "opresión de los pobres y gemido de los menesterosos" no es sino el resultado y obra de los que "hablan con labios lisonjeros con doblez de corazón". Es por ellos que cuando el poeta clama angustiado por encontrarse entre mentirosos, compara a la calumnia y murmuración a la saeta:
(Se te dará) agudas saetas del valiente, con brasas de retamas. Tehilim 120, 4
Al igual que Yirmeyá, quien afirma también:
Su lengua es flecha mortífera. Yirmeyá 9, 7
Y ya explicaron los Sabios estas comparaciones en sus diversos y distintos sentidos en el Midrash "Shojer Tov" 120:
Se ha comparado a la lengua cual flecha, ¿por qué?
Pues, si alguien ha de desenvainar su espada para quitar la vida de su compañero, éste le rogará y le suplicará misericordia; quizás el asesino se ha de arrepentir de su intención y terminará por guardar la espada en su vaina. Pero la flecha, una vez tirada, aunque el tirador quiera hacerla volver atrás, ¡no podrá!
De la misma manera no podrá el murmurador hacer retornar el mal que ha provocado en el mundo. Las palabras mentirosas y engañosas circulan de aquí para allí, penetrando en los corazones y cerebros, fermentando su veneno cada vez más. Nuevamente explican los Sabios la semejanza entre la calumnia y la flecha, al decir en el Midrash "Shojer Tov" (idem):
De la misma manera este malvado asesina con su lengua. Tal como la flecha - que se desconoce su existencia hasta el instante en que se recibe su herida - así también la calumnia es ignorada, hasta que las saetas de algún malvado lo hieren a uno.
Así es que hemos advertido con nuestros propios ojos que ni los cañones más poderosos ni los aviones de propulsión a chorro, son los enemigos más peligrosos, sino las palabras de aquellos, sobre quienes leemos:
Cuya boca habla mentira. Tehilim 144, 11
El poeta, encontrándose entre sus enemigos, quiere paz, pero ellos lo rechazan con desdén intentando devorarlo, por lo que finaliza su poema, con desesperación:
Yo (quiero) la paz; mas cuando hablo, ellos quieren guerra. 120, 7
El mismo principió suplicando y clamando:
¡Oh Señor, libra mi alma de los labios mentirosos, de una lengua engañosa! 120, 2
Pero parece que más que el peligro que hablen mentiras de nosotros, que nos calumnien y acusen falsamente; más peligroso y mayor amenaza para nuestra alma resulta la mentira que ha de emerger de nuestros propios labios. Es por ello que a diferencia del poeta en el Salmo 120, finaliza todo judío su Oración en forma muy distinta, siendo su ruego:
¡Oh, Señor mío, guarda mi lengua del mal y mis labios de hablar mentira!
Tomado de: “Reflexiones sobre la Parasha”, Prof. Nejama Leibowitz, publicado por el Departamento de Educación y Cultura Religiosa para la Diáspora de la Organización Sionista Mundial, Jerusalén, 1986 págs. 77 – 82.