No hay atajos

No hay atajos

Si el pueblo de Israel no es digno desde el aspecto moral para que la gloria de Dios se pose en su seno, no ayudará la fe ni el apego y el fervor “religioso”.

 

 “El arca del pacto del Señor de los ejércitos” (Versículo 4) fue tomado del Sancta Sanctorum del Mishkán (Tabernáculo) en Shiló, para definir la contienda en Even Haezer contra Afek (Rosh Haain, la colina de la cual surge el Yarkón en su parte inferior). A partir de esta descripción excepcional podemos aprender  que por lo general “el arca del pacto” no salía a la batalla, y el hecho de su aparición fue recibida con sumo temor y emoción también en el campamento filisteo.

En las guerras de Israel, había (a mi parecer) un arca para el Urim veTumim, que vestía el “Cohen ungido para la guerra” (Bamidbar capítulo 31, versículo 6), cuando había necesidad de consultar a Dios en medio del combate. Así ocurrió en la guerra contra Biniamín (Shoftim capítulo 20, versículos 27-28), así sucedió en la guerra de Shaúl en Maavar Mijmash (Shmuel I, capítulo 14, versículos 18-19) y así también aconteció en las guerras de David desde que se unió a él Eviatar el Cohen (Shmuel I, capítulo 22, versículo 20; capítulo 23, versículos 2-12; Melajim I, capítulo 2, versículo 26).

Pero la presencia del “arca del pacto de Dios” fue interpretada como una revelación directa de “Dios, el Señor de los Ejércitos de Israel”, y era suficiente con su aparición para definir la batalla. Así lo pensaron en ambos bandos, y es lo que efectivamente sucedió-sólo que la definición fue contraria a Israel-Dios le concedió la victoria al enemigo de su pueblo.

La profecía israelita afrontó por primera vez una situación de estas características, y su respuesta es clara-si el pueblo de Israel no es digno desde el aspecto moral para que la divinidad de la gloria de Dios se pose en su seno, no ayudarán la fe ni el apego y el fervor “religioso”. El propio Mishkán (Tabernáculo) puede llegar a destruirse y “el arca del pacto” habrá de caer en manos del enemigo.

 

Cientos de años antes de las profecías de la destrucción de Yeshaiahu, Hoshea, Amós y Mijá, y posteriormente, Yrmiahu y Yejezkel, ya fue establecido el principio, y fue relatado a las generaciones con el estilo más antiguo en la profecía de Shmuel-ningún “arca del pacto”, ningún Mishkán (Tabernáculo) o Santuario no habrán de salvar al pueblo de Israel, cuando es la corrupción moral en su interior la que provoca la tragedia.

“¿Quién podrá subir a la montaña de Adonai?...Aquel que tiene manos limpias y un corazón puro…” (Tehilim, Salmos, capítulo 24, versículos 3-4).

 Gentileza del sitio 929

 

Volver al capítulo