Ocuparnos del mejoramiento de todo el mundo

Ocuparnos del mejoramiento de todo el mundo

La misión de un integrante del pueblo de Israel  no está completa si se ocupa solamente de sí mismo, de su familia y de su pueblo. Debe brindar su conocimiento y entrega para el mejoramiento del mundo todo, percibir el clamor de las criaturas, aunque las mismas se hallen lejos, y hacer todo lo que esté a su alcance para salvarlas.

El libro Ioná es muy estudiado y comentado. Cada generación, con sus estudiosos comentaristas del libro Ioná.

Una de las ideas centrales que surgen y se infieren del libro, y que en nuestros tiempos, es aún más relevante que nunca, es la preocupación universal que se desprende del libro para el mejoramiento de todo el mundo. No solo una preocupación en función de nuestra gente, sino la conciencia, el interés y la preocupación, y más aún, un verdadero rescate, incluso si implica el uso de recursos materiales, recursos anímicos, físicos y dinero, a fin de salvar a otros que se hallan ante un riesgo de exterminio.

La mayoría de los profetas se dirigían al seno del pueblo de Israel. Así también, seguramente, muchos rabinos y líderes espirituales judíos de la actualidad, cuyos ojos y corazones están centrados única y exclusivamente en el rescate de sus hermanos judíos (y no hace falta mencionar que se trata de un gran precepto en sí mismo), pero en ocasiones revelan, para nuestro disgusto, una total opacidad e indiferencia hacia el sufrimiento de los demás.

La misión del profeta Ioná esta únicamente dirigida hacia Ninvé, una ciudad lejana, colmada de pecados, cuya maldad es tan elevada que ha llegado al cielo. Al igual que nuestro patriarca Abraham, quien solicitó salvar a Sedom, cuyos hombres “eran malos y pecadores para Adonai — en demasía” (Bereshit, Génesis, capítulo 13, versículo 13), Ioná es convocado a fin de salvar a Ninvé. Efectivamente, a pesar de que las acciones de la personas son malas, la misión de un miembro del pueblo de Israel es la de que “se terminen los pecados-no, los pecadores-de la tierra” (Ver Talmud Bavlí, Berajot 10a).

Ioná rechaza la misión, no comprende qué tiene que ver él con todo esto. Por cierto, para un habitante de Yafo, Ninvé es una ciudad lejana, tal vez, hasta desconocida en esos tiempos. Y en el caso que sea conocida, pues se trata de una ciudad de pecados. Seguramente, nada que sea conveniente salvar o esforzarse por ello. Hay bastante para corregir y reparar en Yafo, antes de salir a reparar y rescatar a todo el mundo.

En efecto, a raíz del clamor de Ioná “Es mejor mi muerte que mi vida” (Versículo 8) por el árbol de ricino que se secó, D-s le contesta: “Tú te has compadecido por el ricino por el cual no has trabajado ni lo has hecho crecer… ¿Y Yo no habré de compadecerme por Ninvé, la gran ciudad, que hay en ella más de doce miríadas de personas, y que cada una no distingue entre su derecha y su izquierda y animales muchos!?” (Versículos 10-11).

D-s no juzga a sus criaturas por su inteligencia. Todos los seres humanos fueron creados a imagen y semejanza de D-s y es un precepto salvarlos. Los habitantes de Ninvé no son judíos, ni siquiera sabios e inteligentes. No distinguen entre su derecha y su izquierda. Son muy ignorantes. Ni que hablar de esos “muchos animales”, que en épocas de guerra y dolor prácticamente nadie se percata de ellos.

Y efectivamente, el texto nos enseña: la misión de la persona de Israel no está completa si se ocupa solo de sí misma, de su familia y de su pueblo. Y tal vez no sea casual que este libro es leído en pleno desarrollo de la jornada del día más sagrado en el ciclo de vida judío, en Iom Hakipurim, el día del perdón. La Teshuvá, el arrepentimiento y retorno de un judío, será completo, cuando se encamine por la senda de D-s, y brinde lo mejor de sí para el mejoramiento del mundo todo, cuando sienta el clamor de sus criaturas, aun cuando se encuentren lejos, y haga todo lo posible para ir en ayuda de ellos.

Gentileza sitio 929.

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