Promesas y rigurosidad halájica

Promesas y rigurosidad halájica

La rigurosidad Halájica debe permanecer en manos de los individuos virtuosos que se encuentran en un elevado nivel espiritual. A veces, cuando somos rigurosos con nosotros mismos, más de lo que Dios pretende de nosotros, perdemos el componente espiritual de nuestro servicio a Dios y hacemos hincapié en los detalles técnicos. Debemos reconocer nuestro auténtico nivel y no exponernos a niveles más elevados.

El Rambam (Hiljot Nedarim 13, 23) escribe: “Aquel que realizó promesas para establecer sus puntos de vista y corregir su accionar, es diligente y meritorio”. Sin embargo, en la Halajá (ley religiosa judía) siguiente, el Rambam advierte que la persona no debe habituarse a prometer, y luego (Hiljot Nedarim 25) él agudiza este punto diciendo: “Todo aquel que formula una promesa, es como si construyera un espacio elevado para la idolatría”. ¿Cuál es el sentido de dicha comparación? Este espacio elevado simboliza el anhelo humano de abandonar el ritual habitual del Santuario, y adoptar un ritual personal. Del mismo modo, las abstenciones que una persona se autoimpone  a través de promesas simbolizan también el distanciamiento del mundo habitual del cumplimiento de los preceptos. El que formula un voto, una promesa, adopta un camino alternativo para el servicio a Dios. En lugar de conformarse con los preceptos que Dios entregó, el que formula un voto, una promesa, prefiere la vía de las promesas y de ese modo se desconecta del mundo habitual del servicio a Dios.

Aparentemente, este comportamiento no es negativo. Por el contrario, el ser humano es movilizado por el afán de asumir nuevos deberes. Sin embargo, la persona debe saber en qué nivel se encuentra en su servicio a Dios. No hay razón para dejar los numerosos preceptos que se nos han encomendado, e ir en busca de obligaciones adicionales. ¿Quién crees que eres para considerar que ya has concretado los 613 preceptos, que representan el nivel más básico del cumplimiento de los mandamientos?! La cuestión de los votos, de las promesas, es paralela a otro fenómeno actual que está muy en boga en el seno de los observantes. Numerosos judíos ortodoxos hacen referencia a lo que la Halajá les exige, como algo mínimo y poco digno y prefieren la rigurosidad y severidad Halájica. Me opongo en forma contundente a esta costumbre tan propagada. La rigurosidad debe quedar en manos de los individuos virtuosos que están en un nivel espiritual elevado, a veces, cuando somos rigurosos con nosotros mismos, más de lo que Dios pretende de nosotros, perdemos el componente espiritual en nuestro servicio a Dios, y hacemos hincapié en los detalles técnicos. Debemos reconocer nuestro auténtico nivel y no exponernos a niveles más elevados.

Cierta vez llevé en mi auto a un alumno de la Ieshivá (Academia Rabínica), que hoy es un rabino importante. En el marco de la charla le dije: “Estoy dispuesto a apostar que tu manto ritual pequeño es más grande que el mío”. Los comparamos, y efectivamente, resultó que estaba en lo cierto. Ese alumno me preguntó: “¿Cómo es que el rabino lo sabía?” y le respondí: “la Mishná Berurá (una obra literaria sobre la Halajá, la ley judía, escrita por el Rabino Israel Meir Kagan) señala que un temeroso de Dios habrá de respetar y cumplir todas las posturas y vestirá un manto ritual más pequeño. Cuando lees algo así, de inmediato corres presuroso a vestir un Tzitzit más grande y tratar de ser temeroso de Dios. Cuando yo leo esto, de inmediato reduzco un poco el tamaño del Tzitzit, por la sospecha de no estar a la altura”.

Editado por el equipo del sitio del Tanaj.

Gentileza del sitio VBM de la Academia Rabínica "Har Etzion".

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