“Por las noches en mi lecho”: el cántico del primer sueño (Versículos 1-5)
La mujer se autodefine como soñando por el hecho de no haber encontrado a su amado: “He de levantarme, recorreré la ciudad, por los mercados, entre las calles, buscaré al amado de mi alma. Lo busqué, pero no lo hallé” (Versículo 2). La mujer describe que finalmente halló a su amado, y se aferró a él “hasta traerlo a la casa de mi madre, a la alcoba de mis padres” (Versículo 4). El cantico finaliza con un juramento que se repite también en otros canticos: “Os conjuro a vosotras, hijas de Jerusalé, por las cervatillas o las gacelas del campo, no despertéis ni molestéis al amor, sino hasta que surja solo” (Versículo 5)
“¿Quién es la que sube por el desierto?”: Una tregua (Versículo 6)
Este versículo no se relaciona con el cántico de arriba ni con el de abajo (a pesar de que muchos de los exégetas de la edad media los vincularon): “¿Quién es la que sube por el desierto como columna de humo de palmera, perfumada con bálsamo, con incienso y con todas las fragancias aromáticas del mercader? “ (Versículo 6).
“He aquí el lecho de Shlomó”: el lecho del rey Shlomó (Versiculos 7-11)
Este cantico es excepcional ya que no describe las relaciones entre el hombre y la mujer. El cantico se focaliza en el lecho del rey Shlomó: “He aquí el lecho de Shlomó, sesenta valientes, de los más fuertes de Israel, la rodean” (Versículo 7), y luego de ello, en el pabellón: “Sus postes los hizo de plata, el techado de oro, el asiento de púrpura y el interior fue tapizado con el amor de las hijas de Jerusalén” (Versículo 10). El cantico concluye con un llamamiento a las hijas de Ierushalaim, para que vean a Shlomó en su esplendor: “Salgan a observar, hijas de Jerusalén, al rey Shlomó con la corona que su madre le colocó en el día de su casamiento, el día del deleite de su corazón” (Versículo 11)
Redaccion: Netanel Szpigiel