Nuestro capítulo detalla la heredad de Menashé y sus ciudades, y a la par de ello relata dos episodios. Es decir, tenemos tres partes:
Las hijas de Tzelofjad (Versículos 3-6)
Aún desde la época de Moshé Rabenu, como consecuencia de una consulta singular, fue establecido que las hijas de Tzelofjad habrán de heredar la tierra de su padre; ellas no lo olvidaron: “El Eterno mandó a Moshé que nos diese herencia entre nuestros hermanos.” (Versículo 4). También Eleazar el Cohen (Sacerdote), Yehoshua Bin Nun y los jefes de las tribus recuerdan: “Y él les concedió herencia entre los hermanos del padre de ellas, conforme al dicho del Eterno” (Versículo 4)
La heredad occidental de la media tribu de Menashé (Versículos 7-13)
La heredad de Menashé se extiende desde el Iardén (Jordán) hasta el mar. Al sur- limita con la heredad de Efraim; y al norte- con las heredades de Isajar, Zebulún y Asher. La región norte de la heredad “los hijos de Menashé no pudieron echarlos de aquellas ciudades… los Kenaanim convinieron en vivir con ellos en aquella tierra” (Versículo 12), pero en las épocas en las cuales ellos eran suficientemente fuertes, logran someter a los Knaanim: “sometieron al Knaaní a servidumbre” (Versículo 13).
La queja de los hijos de Iosef (Versículos 14-18)
Los hijos de Iosef se dirigen a Yehoshua con una queja por el tamaño de su heredad: “¿Por qué me has dado por heredad una sola suerte y una sola parte, siendo yo un pueblo tan grande?” (Versículo 14. En la continuidad de la conversación resulta que el problema no radica en el tamaño de la heredad, sino en los desafíos del asentamiento: a fin de asentarse en el valle deben luchar contra los Kenaanim y sus carros de hierro, y para asentarse en la montaña deben podar los bosques que allí crecen. Yehoshua no accede al pedido de los hijos de Iosef, y su mensaje para ellos es-a pesar de que es difícil, ustedes pueden hacerlo: “Tú eres un pueblo numeroso, y tienes gran poder… pues la región montañosa será tuya; aunque bosque es, tú lo cortarás, y serán tuyos sus términos: porque tú echarás al Kenaaní, aunque tenga carros de hierro, y sea fuerte” (Versículos 17-18).